Boyá, un histórico pueblito suspendido en el tiempo

Con sus cien años ya cumplidos, Leopoldo Mercedes Hernández aún camina todos los días “derechito” por la plazoleta cargando a cuesta los mismos pesares y apuros que encontró su familia cuando, en 1912, se est

Con sus cien años ya cumplidos, Leopoldo Mercedes Hernández aún camina todos los días “derechito” por la plazoleta cargando a cuesta los mismos pesares y apuros que encontró su familia cuando, en 1912, se estableció en el cuatricentenario pueblito.El anciano era un niño cuando la primera intervención norteamericana, época en que a Iglesia católica dejó de arrendar la tierra a los agricultores, a dos centavos al año por tarea, para traspasársela a los ganaderos, en una negociación de la que no hay documentación ni siquiera en el Archivo General de la Nación.

“El pueblo, desde entonces, vive de echar días en las fincas. La gente fue obligada a abandonar el conuco, y para sobrevivir muchos se hicieron obreros del aserradero que acabó con todos los árboles maderables”,  recuerda.

El desempleo obligó a la emigración y el caserío se vio reducido a apenas una veintena de casitas de madera techadas de zinc. Sólo imponente, y como una referencia histórica, quedó la iglesia; aunque también los curas abandonaron al poco tiempo la sacristía, hasta el sol de hoy, porque la feligresía era insuficiente para costear los gastos en que éstos incurrían.

Boyá ha vivido desde entonces promoviéndose como el último reducto de la raza indígena, un dato incierto que contradice la versión socorrida de los historiadores de que fue en Pueblo Viejo, Azua, donde el cacique Enriquillo murió, en 1535, dos años después de la pacificación de la rebelión del Bahoruco.

Sin embargo, hay quienes sostienen que unos nombres que están escritos en latín, al pie del altar de la pequeña iglesia, eran los de los aborígenes que habitaron esos lares distantes a 65 leguas de Santo Domingo.

Falso o verdadero, el pueblito tiene una historia de siglos. Durante la guerra restauradora por el desfiladero de Maluco pasó el general Gregorio Luperón, procedente del Cibao, para enfrentar al general colonialista Juan Contreras, a quien derrotó en el lugar; y a partir de esa batalla los patriotas se apoderaron de Guanuma y desde allí pasaron a Arroyo Bermejo, en Bayaguana, para después controlar toda la región Este.

Bonanza efímera

Eran los años de apogeo de Boyá, una común al igual que su vecina Monte Plata, lo que le valió tener una representación para cuando fue proclamada la primera Constitución de la República.

Los tiempos de bonanza de Boyá fueron efímeros. El caserío devino en contados vecinos, la mayoría venidos en carretas haladas por bueyes desde Los Jíbaros, en Los Llanos, en San Pedro de Macorís. cuando en la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina la demarcación recobró vida con la siembra de 250 mil tareas de caña de azúcar del desaparecido ingenio Río Haina en lo que hoy se conoce como el municipio de Sabana Grande de Boyá, catorce kilómetros al norte del pueblito.

La gente volvió a emigrar y el pueblito otra vez quedó atrapado en el tiempo.
Sin tierra y sin empleos, ¿quién podría detenerse a esperar la muerte? Echar días en las fincas o vender mangos durante la estación de la fruta, se convirtieron en las únicas fuentes de ingresos.

Mejor perspectiva

Ahora, a pesar de sus precariedades, Boyá ha vuelto a tener vida: desde 2002 fue convertido en un distrito municipal  y, aunque apenas maneja un presupuesto de 500 mil pesos mensuales, al menos unos cuantos empleados y obreros ya pueden contar los días del mes para recibir un salario.

Una entidad española sustituyó la antigua escuela de madera y construyó una edificación de tres pisos, lo que ha permitido que los estudiantes ya no tengan que trasladarse a Monte Plata a recibir docencia cuando pasan del quinto grado.

La reconstrucción de la carretera también ha contribuido a un mayor tráfico de vehículos. Muchas personas ahora se interesan por adquirir terrenos en los alrededores para construir fincas o casas de veraneo debido a la facilidad de desplazamiento y a las condiciones naturales de la zona, lo que ha dinamizado la economía.

Reacciones

Este pueblo ha vivido igual siempre: echando días en las fincas para poder comprar los alimentos en los colmados”.
Leopoldo Mercedes
Nativo del lugar

La tierra está en poder de los terratenientes. La gente no tiene ni siquiera un conuco para sembrar víveres”.
Manuel Peña
Agricultor

Vine a Boyá en 1946 en una carreta desde Los Jíbaros. Mi familia venía en busca de mejor suerte”.
Emiliano Sosa
Inmigrante

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