El municipio de Santiago siempre ha sido referencia de ciudad limpia, organizada y de fomento del sentido de pertenencia de su gente. Sin embargo, en las últimas semanas se ha destacado por el gran cúmulo de basura que exhiben sus calles y el deficiente desempeño que ha mostrado la alcaldía para ofrecer un servicio de recogida oportuno y eficiente.
La dirección de Aseo del Ayuntamiento de Santiago, que dirige Sigfredo Serulle, hermano del alcalde Gilberto Serulle, que con su designación se ha incurrido en nepotismo, justifica que la ciudad esté llena de basura a que los munícipes son inconscientes y lanzan los desperdicios a las calles.
La justificación no es válida, porque es responsabilidad de las alcaldías mantener el aseo de la ciudad y orientar a los munícipes de cómo manejar los desechos, que se consigue a través de la implementación de campañas de concienciación, iniciativa por la que nunca se ha preocupado el cabildo santiaguero.
Los recursos para la implementación de esa campaña deberían estar disponibles, porque al Ayuntamiento de Santiago es el tercer municipio que más recursos recibe a través de las transferencias del gobierno.
Este año tiene una asignación de más de 1,200 millones, suma que ve aumentada en más de 25 por ciento con el cobro de arbitrios y pago del servicio, lo que refleja que los munícipes que viven en esa ciudad pagan los impuestos locales y los servicios.
Entonces en esa misma medida debería la alcaldía asear la ciudad, invertir en el aumento de equipos, camiones y frecuencia para la recogida de basura e implementar campañas de información.
Es una lástima de que una ciudad como Santiago, con una población que se une en la búsqueda de iniciativas para fomentar el desarrollo colectivo, como es el caso del Plan Estratégico de Santiago, haya tenido en las últimas décadas administraciones locales deficientes, pocos transparentes y con desinterés por la colectividad.