ARCO Madrid ha implementado este año una modalidad que ya conocíamos en nuestro país, la de asesorar a los compradores de arte. Ya la conocíamos porque el Centro León también asesora a los que van a participar en su concurso. Algo así como guías para coleccionistas/artistas noveles que intenta educar a todos aquellos que no tienen gusto o habilidad alguna para comprar o hacer arte.
Con ello se consigue vender/hacer algunas obras, sobre todo aquellas que los asesores han dicho que son contemporáneas, buenas y una garantía de inversión. Son asesores contratados para que digan cómo se hace una obra que puede vender o ganar un concurso. El valor de la obra y la apreciación sin muletillas no tiene nada que ver, lo que vale es la asesoría del que organiza.
ARCO y los vendedores de arte contemporáneo apuestan por ofrecer lo novedoso y lo rompedor como argumentos de calidad. Lo que antes se hacía con la venta de la vida de artistas escandalosos, mientras más raro personalmente más venta tendría en el mercado, como el caso de Dalí.
El arte, como actividad del hombre, recorre modas y preferencias en función de multitud de variables, pero la calidad prevalece. ¿Toda esa cacharrería expuesta en ARCO es arte? Por supuesto que no. Sí habrá arte en algunas, pero la mayoría no es más que objetos en exhibición lúdica, sin creatividad y, sobre todo, repitiendo el mismo formato una y otra vez. Abstraer la realidad a través del arte es una cosa, y reunir cacharrería con aspavientos como si fuera arte es otra.
Toda forma nacida de la copia de un objeto real, trátese de una persona, una cosa, un espectáculo o un dispositivo técnico, tiende a estilizarse, a obedecer cada vez más a las leyes fundamentales de simplificación y de ordenación, para luego alcanzar formas nuevas; pero cuando ha llegado a ese estadio, en que ha perdido su semejanza con el objeto inicial, el artista no se priva de hacerle significar algo nuevo en el grado de las analogías que le sugiere, por lo que vuelve a “naturalizarse”, a hacer un esfuerzo por parecer de nuevo alguna cosa real, o a convertirse en símbolo de alguna otra realidad. El cambalache caótico y repetitivo de la producción llamada contemporánea es cada vez más aburrido y deprimente. Eso fue ARCO en esta última edición.
El contemporaneismo, si se puede llamar así, ya es algo digerido y parte del sistema; no es revolucionario, contestatario, ni novedoso. Parafraseando a Manuel Vicent, es algo exactamente lo contrario a lo que pregonan sus promotores. Fue al principio insoportable y salvaje, pero ahora es doméstico y dulzón como galletitas edulcoradas.