La estabilidad de un país depende de muchos factores, entre ellos, del partido político en el poder, del proyecto de nación que se asuma, pero muy especialmente de las políticas económicas y las políticas sociales que se impulsen, pensando en el bienestar de la población.
En República Dominicana durante las segunda y tercera república, largo período que se inició con la Guerra de la Restauración y concluyó a partir de la intervención norteamericana de 1916, el país fue prácticamente ingobernable; surgieron gobiernos, en su mayoría caudillistas, de cortos períodos, que se sucedían de forma anárquica mediante golpes arteros y suicidas. Se trató de una época en la cual prevaleció el “conchoprimismo”, y se destacan las “revoluciones montoneras”. El profesor Juan Bosch explica, en Composición Social Dominicana, que los años que transcurren del 27 de febrero de 1844 al 16 de agosto de 1863 fueron relativamente tranquilos y ordenados si se comparan con los que siguieron al inicio de la Guerra de la Restauración”, la respuesta de los patriotas dominicanos, encabezados por Gregorio Luperón, a las pretensiones de Santana de anexar el país a España.
Durante el período de 85 años, de 1844 a 1929, concluido el último mandato de Horacio Vásquez, el país tuvo 58 gobiernos, incluyendo los ocho años de la ocupación norteamericana que terminó en 1924; siendo las excepciones, por la dilatación de sus mandatos y porque repitieron en el poder: Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Heureaux y el propio Horacio Vásquez. Los demás gobiernos fueron de apenas año y medio por mandato, a pesar de que los períodos gubernamentales han sido regularmente de un cuatrienio.
Luego le suceden el corto período de gobierno de Rafael Estrella Ureña y el régimen de Trujillo, que en términos reales y de verdadera democracia nada aportaron al pueblo dominicano. Durante la tiranía trujillista, el pueblo dominicano sólo padeció oprobio y oscurantismo.
El gobierno del profesor Juan Bosch, que vendría inmediatamente después, fue el primer intento serio de dotar al país de un Estado democrático de derecho, pero la intolerancia política, el egoísmo de clase y la bestialidad militar, se lo impidieron. El golpe de Estado del 25 de septiembre 1963 contra el presidente Bosch está inscrito en la historia como una estocada brutal a las legítimas aspiraciones de los dominicanos y dominicanas de superar los traumas y el atraso de casi un siglo de malos gobiernos.
Luego, y como parte de la historia reciente, el pueblo dominicano tuvo que soportar un tercio de siglo más de inestabilidad política y de cuestionados gobiernos durante el período 1966-1996, la mayor parte del tiempo gobernando por Joaquín Balaguer.
Los ocho años consecutivos de gobiernos perredeísta, entre 1978-1986, provocaron la vuelta como gobernante de Balaguer, en 1986, cuyo afán por eternizarse en el poder generó las profundas crisis políticas de 1990 y 1994; a tal extremo de que el último de sendos cuatrienios tuvo que ser acortado para que se adelantaran las elecciones generales en 1996, que dieron paso por primera vez al poder al Partido de la Liberación Dominicana con el doctor Leonel Fernández como candidato presidencial.
Así se registró lo que podemos llamar “un antes y un después” en términos de estabilidad política y por igual social y económica en el país, cuya sociedad estaba hastiada de las crisis políticas y electorales. El primer gobierno peledeísta creó las bases de la institucionalidad y la estabilidad de las que disfrutan hoy el pueblo y la sociedad dominicana. Como fruto de esta primera gestión del PLD debemos destacar las reformas judiciales, que si bien se iniciaron en 1994, alcanzaron su desarrollo pleno en 1997, con la creación del Consejo Nacional de la Magistratura, el establecimiento de la inamovilidad judicial y el inicio del sistema de Carrera Judicial, entre otras conquistas, de un sector que durante décadas había funcionado como un mercado, según todas las opiniones.
En el aspecto social y económico, desde 1996, los gobiernos del PLD han auspiciado un crecimiento económico sostenido promedio de un 7.0%, el control de los eventos inflacionarios, baja tasa de interés, estabilidad cambiaria y políticas incluyentes a través de una serie de programas sociales con los cuales los dominicanos y dominicanas se benefician de manera directa o indirecta.
Gracias a las administraciones peledeístas, el nuestro es hoy un país en acelerado proceso de modernización, con utilitarias obras de infraestructura, con instituciones democráticas fortalecidas y un Estado-bienestar que ya quisieran tener otras naciones de igual y más avanzado desarrollo.
La Constitución dominicana, promulgada el 26 de enero del año 2010, significa un salto cualitativo sin precedentes en la construcción de un Estado Social y Democrático de Derecho.
La República Dominicana disfruta ya de casi tres cuatrienios de estabilidad desde la vuelta del PLD al poder en el 2004, cuyo primer gobierno, presidido por el doctor Leonel Fernández puede ser considerado el pionero de la gobernabilidad dominicana, la cual está siendo fortalecida por el actual mandato del licenciado Danilo Medina con políticas incluyentes, dirigidas a reducir la desigualdad y la pobreza, como fuerza motriz del Proyecto de Nación Peledeísta, en su lucha contra más de siglo y medio de deuda social acumulada y de iniquidad social.
¿Qué sería de nuestro país si quien lo gobernara fuera otro partido político y no el PLD? ¿En qué medida la disciplina, la mística, los principios y el proyecto de nación que impulsa el PLD desde el gobierno han impactado en beneficio del país? ¿Estadísticamente, cuáles son las bondades que en términos económicos, de estabilidad y de gobernabilidad han aportado los gobiernos del PLD al Estado y a la sociedad dominicana? A estos aspectos nos refererimos en un próximo artículo.