Siempre me ha gustado volar en American Airlines, incluso después del fatal accidente de su vuelo 587, en el que tenía planeado regresar junto a mi esposa, luego de asistir a la boda de la hija de un querido amigo, que desgraciadamente regresó en ese vuelo junto a su esposa y suegra. Para suerte nuestra, el domingo antes del fatal accidente venía de España mi socio y para estar aquí y trabajar con él tomamos la decisión de regresar un día antes del previsto.
El programa de viajero frecuente de AA es de los mejores que existen y tal ha sido mi fidelidad que he viajado cerca de dos millones de millas para cumplir con mi trabajo y siempre prefiriendo volar en American.
Mis recientes malas experiencias en esta aerolínea me han motivado a escribir este artículo, no con el fin de denostar la empresa, sino todo lo contrario, buscando que mejoren el servicio tan deteriorado, de sus vuelos a Miami.
Debemos recordar que hasta hace pocos años AA tenía prácticamente el monopolio de los vuelos a República Dominicana y si mis datos no están errados, eran más de veinte y ocho vuelos diarios a los diferentes aeropuertos del país.
Ahora sus vuelos se han reducido, al igual que su servicio. No hace poco tiempo, en uno de sus vuelos, una señora, ya de cierta edad, le pidió a la asistente de vuelo que la ayudara a subir una pequeña y vieja maleta que pesaba pocas libras y llevaba sus medicamentos, ya que no podía correr el riesgo de que se quedaran. De forma arrogante la azafata le dijo “no estoy aquí para subir maletas”, un pasajero y yo ayudamos a la señora.
En días recientes, leí en mi cuenta de Facebook, cómo relataba el amigo Bob Satawake que estaban en la puerta de American con otros pasajeros esperando el vuelo que se encontraba retrasado.
Desgraciadamente, los atrasos se han convertido en algo común en los vuelos desde Miami a nuestro país y viceversa. Es tan grave, que hace dos semanas debía ir a Miami para un procedimiento médico. Tenía una cita de negocios el viernes 23 de septiembre en la tarde, pero decidí tomar el último vuelo el día anterior, el # 1481, por temor a que el vuelo de la mañana saliera tarde, como sucede con frecuencia. Salimos con más de tres horas de retraso.
Ese mismo vuelo debieron tomar dos de mis hijos tres días después, el atraso fue aún mayor, de casi cinco horas.
Pero la historia no termina ahí. Al tomar el vuelo de regreso, el # 1337, me sentí muy contento al llegar a la sala de espera y ver que nuestro avión había llegado de su destino anterior con sólo media hora de retraso, así que equivocadamente entendí que llegaría temprano esa noche.
¡Qué sorpresa! De los ocho asientos eléctricos de clase ejecutiva, cuatro no funcionaban, impidiendo que el avión, de acuerdo a las leyes de aviación civil pudiera despegar. En la espera algunos de los pasajeros recibieron en sus celulares notificaciones de que el vuelo había sido cancelado. Al reclamar a uno de los asistentes de vuelo y enseñarle los mensajes, este fue al capitán, quien debió comunicar a los pasajeros que él no estaba informado de la cancelación y que a pesar de las dos horas de atrasos y luego del esfuerzo de los técnicos, el avión despegaría con más de dos horas de atraso.
Planificar conexiones con vuelos hacia Miami es difícil. Nunca se sabe a qué hora se sale. Pero peor aún, es la condición de los aviones. Recuerdo hace poco tiempo que la bandeja que antes se usaba para las comidas, que no se sirven ya, la misma era sostenida por un pedazo de cinta adhesiva.
Le comenté la situación a un técnico de American que conozco en Miami y el me dijo “la culpa la tienen las autoridades de tu país que no se quejan ni reclaman, es verdad que los aviones están de cambiarse, pero mientras sean tan pasivos seguirán usando equipos viejos”.
A mis colaboradores y cuando me toca dar alguna conferencia sobre las empresas, destaco siempre la importancia del servicio y la calidad. Toda empresa debe luchar para no desaparecer y mantener sus niveles de venta para obtener rentabilidad.
Espero que el embajador norteamericano, James Brewster, sirva de enlace para solicitar al CEO de American Airlines, Doug Parker, un experimentado ejecutivo de la aviación civil, para que intervenga en los atrasos y calidad de los aviones, que tanto dinero nos cuesta a los pasajeros y que representan un peligro y deterioro a la imagen de la línea aérea, que muchos vemos como emblema de esa gran nación.
American está estrenando aviones nuevos, incluso ya están en operación los 787-900, que entiendo todos sus asientos son de clase económica, que bien podrían competir con otras líneas que sólo ofrecen esta clase y resultan ser mucho más económicos.
El personal de tierra, como el de reservaciones es altamente eficiente, sólo nos falta que reclamemos más puntualidad y equipos adecuados.