En el mediano plazo, la República Dominicana enfrenta un panorama externo complejo. Los cambios que parecen avecinarse y la limitada capacidad que ha mostrado el sector productivo para reinsertarse de manera dinámica en el mercado internacional en la última década generan importantes dudas sobre las posibilidades que tiene la economía de hacerle frente a los nuevos desafíos.
En primer lugar, las exportaciones hacia Haití, que representan un sexto de las exportaciones totales, se están viendo severamente amenazadas. El empresariado haitiano busca ampliar espacios en sus mercados nacionales, y el Estado busca hacerse de ingresos. Restringir las ventas dominicanas en ese mercado es, claramente, la opción más fácil porque no hay dolientes organizados. Pero además, para muchos en ese país es la más legítima porque se percibe como una manera de poner orden en un territorio sobre el que no hay control. Se combinan el reclamo por lograr más Estado en la frontera y el interés pecuniario de industriales e importadores.
Aunque no está claro cuál será el futuro de la prohibición, es prudente asumir el peor de los escenarios. Seguramente no será una prolongación de la situación actual porque el mercado se hará sentir frente a las incapacidades del Estado haitiano de controlar la frontera, pero una reducción notable de las operaciones comerciales y de las exportaciones de manufacturas a ese mercado es uno de alta probabilidad.
En segundo lugar, el anuncio de que finalizaron las negociaciones del Tratado Trans-Pacífico (TTP), un gran acuerdo económico entre 12 países a ambos lados del Pacífico debe mover a preocupación. Aunque probablemente pasarán dos años antes de que la propuesta sea conocida por los parlamentos de países clave, en principio este acuerdo supondría al menos dos amenazas importantes.
La primera es que las preferencias que tiene la República Dominicana y Centroamérica en el mercado de Estados Unidos se vean erosionadas. Eso significa que la ventaja que actualmente tienen nuestras exportaciones frente a otros socios de EE.UU. se reduzcan o se eliminen, y que competidores asiáticos en productos similares en el mercado de ese país como Vietnam y Malasia mejoren su acceso y terminen desplazando nuestras mercancías. El tratamiento arancelario favorable no es la única preocupación. También las reglas de origen, es decir, las normas que permiten a los países designar a alguna mercancía como originaria de un país y por lo tanto sujeta a tratamiento preferencial. Mientras más flexibles son las reglas, más ventajas hay para un potencial exportador.
La segunda amenaza es que los futuros flujos de inversión extranjera se desvíen desde el país hacia países del TTP, tanto porque en ellos las condiciones de exportación hacia países socios como EE.UU. sea más ventajosa, como porque las reglas de inversión acordadas se consideren más “amigables”.
Pero el problema más serio que puede generar esto no es el desvío de comercio e inversiones sino el pánico que nos haga salir despavoridos nuevamente a buscar “la ventaja perdida”. Habrá más de uno que querrá que renegociemos acuerdos existentes para que ofrezcamos mejores condiciones a cambio de mejores reglas para nosotros, o que busquemos acuerdos con otros países ofreciendo aún más apertura. El riesgo de esto es que terminemos olvidando las dos cosas más importantes que hemos aprendido después de los acuerdos. Primero, que éstos en poco han ayudado y que el acceso a los mercados es apenas una pieza y no la clave del éxito exportador. Segundo, que lo verdaderamente importante es que construyamos capacidades productivas y competitivas robustas, e instituciones que merezcan la confianza de todos.
En tercer lugar, si China cumple su promesa de un tipo de cambio más flexible y vuelve a apostar a los mercados internacionales como fuente de crecimiento, lograr insertarnos con éxito en cadenas globales de valor y competir exportando manufacturas continuará siendo un reto muy difícil.
Mientras tanto, en el corto plazo, el penoso desempeño a que las políticas de austeridad han conducido a Europa continuará restringiendo las exportaciones de bienes y el turismo en ese mercado. Los alicientes, de mucha importancia para nosotros, son la recuperación (aunque todavía insegura) de la economía estadounidense, la cual vendría sin embargo acompañada de tasas de interés más alta, y el bajo precio del petróleo.
El reto de este complejo escenario es no olvidar lo importante, aunque suene cursi: producir más y mejor. Con eso, el resto es más fácil.