“España: la democracia gana”. Así tituló su portada la revista Time en junio del 1977 en la que también sale el rey y, detrás, un retrato de Franco. Asumir una responsabilidad pública para evitar que los grupos insaciables, de derechas e izquierdas, le hagan la vida imposible a la gente es de un valor poco conocido. Adolfo Suárez asumió una carga enorme en el momento que España necesitaba de una mente lúcida y con la convicción de que sólo con todos se podía hacer la convivencia. Eran tiempos tan revueltos que es difícil entender su dificultad ahora, cuando todo ha pasado. Suárez vio la libertad sin miedos y sin iras.
El 10 de abril de 1977 Adolfo Suárez legalizó el Partido Comunista de España con Santiago Carrillo como secretario general, y España no se acabó como amenazaban muchos. El 29 de enero de 1982 Suárez renunció a la presidencia del gobierno y España casi se acaba. Las jaurías de las dos España estaban con ganas de comerse a dentelladas; pero hasta en la derrota tuvo grandeza Adolfo Suárez.
El 23 de febrero de 1981 Suárez, presidente en funciones, se enfrenta al teniente coronel Antonio Tejero durante el intento de golpe de Estado en el Congreso. Fue uno de los pocos que no se escondió bajo su escaño. Le espetó: “¡Explique qué locura es esta!” y “¡Pare esto antes de que ocurra alguna tragedia, se lo ordeno!”.
En la famosa imagen en que Suárez se levanta en auxilio del general Manuel Gutiérrez Mellado, vicepresidente del Gobierno y el militar de mayor rango entre los presentes, dio muestra de valor y de respeto a la edad, a los méritos y a la jerarquía militar de Gutiérrez Mellado, quien fue zarandeado y trataron de tirarlo al suelo, sin éxito.
Como muestra del verdadero talante democrático de Suárez es que no excluyó ni a sus enemigos declarados. En el ámbito internacional Suárez y Fidel Castro tuvieron siempre una relación cordial y se encontraron muchas veces, incluso después de que Suárez dejara el gobierno español. De seguro en esa relación quien puso humanidad y grandeza fue Suárez, no el sátrapa cubano.
La enfermedad y la muerte visitaron quizás en demasiadas ocasiones a la familia Suárez. Amparo Illana, su esposa, murió en 2001 tras una larga batalla contra el cáncer y su hija Mariam le siguió unos años después, víctima de la misma enfermedad contra la que batalló por unos once años.
Estadistas como Suárez es lo que se necesita, no pillos metidos a políticos.
La suya fue una vida dedicada a hacer política de altura, en tiempos de trampositos a los que nos hemos mal acostumbrado.