Antes de ir de puestos de mando hasta trincheras como mensajero, en la Gran Guerra, el raso Adolfo Hitler fue un artista, un pintor de acuarelas, óleos y dibujos. ¿Qué hace que un artista, que se supone de espíritu elevado llegue a ser un asesino despiadado? Quizás es que pensamos mal cuando asumimos que los artistas son distintos a cualquier otro ser humano. Son humanos y muy humanos. Súper sensibles a cualquier efecto del éxito o el fracaso. A tal nivel, que algunos, como Hitler, si son rechazados se convierten en el odio mismo. Razón por la que hay que cuidarse de los artistas rechazados o con pocos éxitos comerciales, así como de aquellos ensoberbecidos por el éxito, que la sola presencia de personas indefensas les producen deseos de dominarlas y humillarlas.
Muchas páginas en Internet recogen imágenes de las pinturas, acuarelas, y dibujos del “Führer”. Se puede ver que poseía educación académica y habilidades como dibujante de edificios y postales para turistas. Sus aspiraciones no fraguaron pues no aprobó 2 veces el examen de ingreso a la Academia de Bellas Artes. Al ser rechazado dos veces, los académicos le aconsejaron la arquitectura y no la pintura. Hitler tuvo la mala suerte de que su estilo empalagoso no era el de su tiempo. En las mismas fechas se estaba desarrollando el expresionismo alemán con “Die Brucke” y “Der Blauer Reiter”, y pintores como Kirchner o Max Beckmann, que hicieron de la distorsión de la realidad y la exageración de los trazos su forma de expresión. Era tanta la diferencia de mentalidades de los artistas que trascendieron en esa época y las de Hitler que una de las declaraciones del grupo Die Brucker decía “…la fe puesta en el desarrollo en una nueva generación de creadores y consumidores.
Hacemos un llamado a la juventud, y como juventud portadora del futuro, queremos procurar la libertad de vivir y actuar frente a las fuerzas tradicionales. Todo aquél que refleje en sus obras espontaneidad y viertan toda su fuerza creadora, es de los nuestros”. La historia fue otra, Hitler tomó el control de Alemania y declaró a los expresionistas “artistas degenerados”.
Hitler no tuvo el llamado “trastorno de estrés agudo” por la Gran Guerra, su trastorno fue la ambición de poder y venganza. Su éxito se debió a las debilidades mentales de una Alemania que se creía, y se cree, superior. Los alemanes fueron tan engreídos que un personaje como Hitler los alocó sólo con ofrecerles “la supremacía que merecía la grandeza de su raza”. Un nacionalismo lleno de disparates raciales, convertido en guarida de canallas. Hitler quiso ser mármol y terminó siendo concreto sin pulir.