Brasil, la principal economía latinoamericana, ha visto apreciar su moneda y con esto ha venido cambiando su posición en torno a la apertura comercial. Recientemente Brasil venía gestionando el inicio de negociaciones comerciales con la segunda economía de Latinoamérica, México. Sin embargo, el reciente choque entre ambos en torno al comercio de vehículos ha puesto en la nevera estas negociaciones.
Durante ya un tiempo ambas economías tenían un acuerdo puntual que incluía el comercio de vehículos.
Brasil forzó a la revisión de este acuerdo como medida para proteger a un sector que representa el 25% de su PBI industrial.
El gobierno mexicano aceptó la propuesta brasileña de reducir las exportaciones de automóviles, así como establecer requisitos más elevados respecto de los insumos originarios incorporados en los autos que se beneficien del libre comercio.
En un contexto más amplio, Brasil ha indicado ser blanco de una guerra cambiaria y del nuevo subsidio encubierto de los países desarrollados: tasas de interés artificialmente bajas. Indicando que frente a estas dos realidades está tomando medidas para proteger a su industria. La acción contra los carros mexicanos es un reflejo de esto.
Recientemente la presidenta Dilma Rousseff acusó a Europa de inundar el sistema financiero con un “tsunami” de dinero barato, señalando que los préstamos del BCE al sistema financiero de la zona euro son “formas artificiales de proteccionismo”.
Ahora bien, las acciones de Brasil para proteger a su industria no solo tienen un carácter defensivo.
Recientemente su ministro de hacienda indicó que se prepara un paquete de incentivos tributarios para resucitar la producción industrial, dando pie a la denuncia del sector privado brasileño de que se está viviendo un proceso de “desindustrialización” en este país.
Las acciones de Brasil, así como otras recientemente impuestas por Argentina a la misma Brasil, nos demuestran que si bien estamos enmarcados bajo ciertas reglas de juego en la apertura comercial, los países están tomando medidas para administrar estas reglas de maneras creativas en búsqueda de proteger sus industrias, y por ende los puestos de trabajo.
Para nuestro país el reto es aun mayor, pues más del 80% de nuestras exportaciones y 50% de lo que importamos se originan con países que tenemos tratados comerciales, los cuales se caracterizan por establecer reglas de juego precisas. Esto nos empuja a que debemos ser altamente eficientes en administrar estos compromisos, pero de una manera que juegue a favor de nuestros sectores productivos, tal y como hace Brasil y otros países.
Es importante también tener presente que no basta con tener políticas defensivas, sino que estás deben estar lideradas por políticas de fomento a los sectores productivos, como bien están haciendo en estos instantes países tan ideológicamente disímiles como Brasil y los Estados Unidos. l