Hace unos días leí un artículo sobre la nueva enfermedad del siglo XXI. Para sorpresa, no se trataba del estrés, sino de la desmotivación. ¿Pero cómo puede ser posible? ¿Desmotivados? ¡Si somos una generación más creativa y trabajadora que las anteriores! Entonces hice un stop. También somos una generación que se plantea más objetivos, y cuando estos no suceden, nos embriaga la desmotivación y la culpa. ¿Cuál es la razón por la que decidimos dejar un trabajo o una relación sin intentar antes otros cambios? No nos sentimos motivados. Más aún, esto es a veces la causa número uno del por qué no llevamos a cabo las metas del nuevo año
Entre los ocho antídotos que ofrecía el artículo contra la desmotivación, aceptar la incertidumbre fue el más acertado. No es más que un acto de fe, que a su vez es la certeza de lo que no se ve. Sólo que nuestra necesidad de control la boicotea de vez en vez e.
La clave para afrontar las negativas de la vida está en asumir un cambio a tiempo. Es omo la frase: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Es decir, si siempre decides quejarte en vez de buscar una solución, o decides callar en vez de hablar lo que te inquieta; si siempre optas por aplazar lo que sabes debes hacer, ¿conseguirás los efectos deseados, o al menos, los que te darán paz?
Este fin de año, cuando te dispongas a realizar tu lista de objetivos y tachar los que llevaste a cabo en 2015, intenta no torturarte pensando de lo que fuiste incapaz (te desmotivará aún más). Date una nueva oportunidad de confiar en aquello que no ves, de confiar en ti. Si algo no funciona cambia la estrategia e incluso las metas, que a veces podemos plantearnos las equivocadas. Quién sabe, quizá en aquello que consideras inquietante, en lo incierto, está tu mayor bendición. ¡Feliz 2016!