Vivir bien es vivir sabiamente y la rutina nos ata a la vitrina de una existencia de modelos disecados, envenenando nuestros sueños, trivializando las ideas, intoxicando las iniciativas y saboteando la inspiración. Anida en mentes rígidas y cabezas huecas, que nunca apreciarían la locura de un buen intento, sublevándose a la lucha mohosa de una experiencia que quiere repostularse. Si te cuesta sacudirte y sorprender al mundo, la opción es tragar la rutina. Pero recuerda que Dios disfruta dar nuevas cosas y estrena misericordias en cada amanecer.
La rutina se basa en la experiencia, la innovación en la fe. La rutina es tan buena como el camino recorrido, la innovación es tan fascinante como el recorrido que abre el camino a la mejor experiencia por vivir.