Mis amigos me preguntan por qué desde hace algunas semanas escribo sobre temas que tienen ribetes políticos, si saben que yo nunca he ejercido la política partidista. Lo que sucede es que lo que está en juego, va más allá de preferencias meramente electorales.
A mi mente vienen recuerdos de mi infancia y adolescencia, cuando veía con indignación los abusos que frecuentemente cometían los mayores del barrio, sobre los más débiles y desprotegidos. Cincuenta años después todavía recuerdo esos abusos con indignación. Ese mismo sentimiento aflora en mis entrañas cuando observo cómo un pequeño grupo de políticos se han querido adueñar de nuestro país y no han tenido ningún escrúpulo para usar a su antojo y en beneficio propio los recursos públicos que, mediante el voto, la ciudadanía le confió su administración.
Aunque los dominicanos creíamos que ya lo habíamos visto todo, nunca pensamos que se podría llegar a un alarde del Poder como el que estamos presenciando. El gobierno invierte sin control para embaucar a los más ignorantes; regala electrodomésticos graciosamente a aquellos que no pueden comprarlos por la injusta distribución de la riqueza que el mismo gobierno ha intensificado; profundiza la compra de conciencia de cientos de comunicadores para que canten alabanzas en favor del partido oficial que los alimenta; como tienen el control del Congreso, la justicia y la fuerza pública, se mofan de las múltiples denuncias de corrupción debidamente documentadas; mediante gastos innecesarios despilfarran los recursos públicos que tanto sudor le ha costado a los contribuyentes y para garantizar la permanencia de este disfrute desenfrenado, usan abrumadoramente los recursos públicos en una abusiva propaganda electoral que debería horrorizar hasta a los más indiferentes, algunos de los cuales callan ante estos abusos y hasta lo justifican. Pero todo esto tendrá un alto costo para el pueblo el cual tendrá que someterse nuevamente a otra reforma fiscal después de las elecciones, no para reducir los gastos como pretenden los ingenuos, sino para seguir aumentando los ingresos que dan sostenimiento a todos estos derroches. En efecto, en los últimos seis años el gobierno ha duplicado sus ingresos. Aún así, no ha sido suficiente, ya que en los últimos cuatro, el déficit fiscal ha superado los 50,000 millones de pesos en cada uno de ellos. De ahí que en diciembre del año pasado el FMI le señaló al gobierno que tenía que aplicar una nueva reforma fiscal, esta vez para buscar unos 60,000 millones de pesos adicionales, los cuales tendrán que pagar los consumidores.
Incluso, la magnitud de esta nueva reforma tributaria seguramente tendrá que ser mayor, pues cuando el FMI hizo sus proyecciones, todavía no se había producido el desbordamiento del gasto de los últimos meses. Los electores deben entender que sólo ellos podrán evitar que continúe este uso abusivo del poder.