“Por favor mami, no me dejes frente al colegio, no me gusta, y eso te lo he dicho antes, así que da la vuelta y párate un poquito antes como siempre”. La madre, ya cansada de esa dinámica, explota y no hizo caso a la orden del adolescente y se enfrascan en una discusión, la cual espanta a la misma.
Carlos, fuera de cabales, expresa a gritos: “No voy a pasar vergüenza y que todos vean el “carrito” en el que llego todos los días, donde a la mayoría la traen en tremendas jeepetas, hasta con su chofer!”. Esta escena fue el detonante de esta madre, divorciada, con dos hijos, quien con el esfuerzo de su profesión como médico paga los estudios en este centro educativo. Ella decide buscar ayuda de un profesional de la conducta. En la primera sesión no deja de llorar y narra las veces que discute con su hijo mayor por no reconocer todo lo que implica en términos económicos mantenerlo en este lugar.
En nuestra preocupación por el manejo funcional dentro de las familias dominicanas, tratamos cada semana de presentar situaciones a través de las cuales nuestros lectores se sientan reflejados, y este ejemplo muestra una realidad frecuente en la sociedad de hoy. Dar lo “máximo” a los hijos, haciendo grandes sacrificios a todos los niveles, no solamente económico, pareciera un concepto generalizado en los padres. Como madre de tres hijos, entiendo ese deseo de, muchas veces, dar lo que no tuviste, a veces por falta de recursos, otras tantas por las condiciones geográficas de donde creciste. Sin embargo, si no se hace una evaluación exhaustiva de lo que les vas a facilitar, lograrás generar en ellos incongruencias y ambivalencias en cuanto a la posición socioeconómica que pertenecen.
Es obvio que es importante darle una colocación en un buen centro, pero sin dejar pasar por alto nuestras condiciones económicas, donde como en muchísimas familias hay que acudir a préstamos bancarios por los cuales el año completo hay un desencaje en las otras necesidades básicas a cumplir. Consecuencias: familias distorsionadas de su realidad, cuyos miembros crecen desadaptados, especialmente en cuanto a su condición económica y social, lo que conlleva a una permanente angustia por querer “ser” lo que no son. Empieza ya a trabajar su inteligencia emocional.