Wilfredo Negrete no es un maestro cualquiera. Amante del ciclismo, vio como el aprendizaje se puso cuesta arriba para muchos de sus alumnos en la localidad boliviana de Aiquile y alrededores tras el cierre de las clases debido a la pandemia de la COVID-19. Desde hace semanas, serpentea con su bicicleta llanuras y pendientes remolcando una pizarra. Un ritual que repite tres veces por semana invirtiendo en cierto sentido la manera tradicial de aprender: los alumnos no van a las aulas, el aula va a los alumnos.
“Las familias son de escasos recursos. Son de alrededor de Aiquile, del pueblo. Estas familias no tienen acceso a internet, al celular con Whatsapp”.
Y si lo consiguen, tampoco están del todo capacitadas para explicar lo que hay que hacer y ayudar al alumno. Las clases virtuales, los deberes a distancia, las consultas por internet… suponen una barrera infranqueable para las madres de estos pequeños, en su mayor parte campesinas quechua.
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– “Nosotras no tenemos estudios, cómo les vamos a enseñar? El profesor lo hace, pero les manda a investigar y nosotros no podemos ayudarlos. Venimos de detrás de la cañada, a unos dos kilómetros de aquí”, explica en quechua Candelaria Vallejos, mamá de una estudiante.
Lo han adivinado. El maestro no solo enseña a sus alumnos sin acceso a internet, sino que ayuda con los deberes a otros que estaban perdiendo el hábito de estudiar:
– “Llevaban más de dos meses sin clases y están recordando poco a poco lo aprendido, porque no estaban haciendo nada en casa”, afirma Ubaldina Portillo, madre de dos niños pequeños.
Wilfredo Negrete asume el aprendizaje como una carrrera por etapas en la que lo verderamente importante no es ganar, sino llegar a la meta. Sin embargo, en estos tiempos de pandemia sus pedaladas de subalterno se focalizan en evitar que los alumnos más humildes no se descuelguen del pelotón.
