La biculturalidad marcó su vida personal e influyó en el rumbo que tomó su carrera
En la avenida Duarte hubo un restaurante llamado Saratoga, propiedad de la familia chino-dominicana Wong Alcántara. En 2008, esa parte de la ciudad fue nombrada oficialmente “Barrio Chino”.
Pero, en realidad, el Barrio Chino de Santo Domingo ha estado ahí, en la zona de la capital donde sectores populares compran y comercian, durante más de 60 años.
En esa comunidad pasó su infancia Esther, la hija del inmigrante chino cantonés Ventura Wong y de la dominicana, originaria de la provincia de Hato Mayor, en el este del país, Joaquina Alcántara.
Esther Wong Alcantara creció entre dos culturas: hablaba algo de cantonés con la abuela paterna, ayudaba en el restaurante familiar junto a sus hermanos; y como cualquier hija de familia dominicana de su época, asistía a una que otra misa católica.
Esa vivencia de la biculturalidad marcó su vida personal e influyó en el rumbo que tomó su carrera: estudió sicología y se graduó con una tesis sobre satisfacción marital en parejas dominico-chinas.
Ahora es especialista en terapia de parejas biculturales e intervención en el modelo cognitivo-conductual. También trabaja temas de reinserción social de personas con esquizofrenia, y terapia para menores abusados sexualmente.
¿Cómo fue crecer en un ambiente chino-dominicano?
Cuando uno nace en un ambiente bicultural, vive la bicultura, te explico: hay como una diferenciación entre lo que se vive dentro del hogar y lo que se vive y se socializa fuera. Por ejemplo, cuando inicia el proceso escolar, que es cuando comienza realmente a socializarse con las demás personas de la sociedad, ya comienzas a ver otro comportamiento, otro tipo de relaciones diferentes a las que se viven y se conocen dentro del hogar.
La cultura más fuerte (en la dinámica familiar) es la que domina. En este caso, la cultura oriental de papá, lógicamente más fuerte, era la que controlaba, y se vivía un ambiente muy oriental.
¿En qué se reflejaba el ambiente oriental?
La educación, la disciplina, atender al trabajo. Teníamos un restaurante en la Duarte, lo que es hoy Barrio Chino, y desde que teníamos uso de razón, los tres hermanos trabajábamos en el restaurante, casi vivíamos en el restaurante. Llegabas del colegio a hacer su tarea en el restaurante, luego atender a sus clientes, y, a la hora de dormir, nos íbamos a la casa.
Cenábamos todos juntos, comíamos todos juntos, era muy importante que nos sentáramos todos a la mesa. Si papá no estaba, se esperaba a papá. Mi abuela (paterna) se encargaba de cocinar, papá igual cocinaba cuando estábamos todos. Siempre se respetaba ese momento, ya al terminar, todos teníamos que ir a trabajar.
Les tocó trabajar desde pequeños…
No era nada anormal para nosotros, un poquito, quizás, al oír a los demás compañeros (del colegio) decir “yo me fui a tal parte, estuve en la playa, me fui de fin de semana”. Entonces, ¿qué cuenta uno, como niño al fin, qué cuenta? Bueno, nada, nada.
Para nosotros era normal, no creo que nos dejara ningún tipo de trauma. Era parte de la vida, por lo menos en nuestra casa, y sé que otras de mis amigas tenían que trabajar o ayudar, porque más bien era ayudar.
¿Usted habla cantonés?
No, realmente muchos domínico-chinos no hablamos el cantonés. Sin embargo, hubo una época en la que sí. De mi parte, entendía cantonés, porque mi abuela nunca aprendió español y nos comunicábamos, quizás yo decía algunas palabras.
Ella se entendía perfectamente con mi mamá y mi mamá nunca habló chino, y así fue el desarrollo de nuestra vida
bicultural.
Pero, con el tiempo, ¿a usted se le olvidó esa lengua?
Sí. Realmente uno vive en esa bicultura, que al final de cuentas es normal, uno la interioriza. Sabes que eres chino y dominicano, tienes esa cultura dominicana: bailo muchísimo, me fascina bailar. Sin embargo, hay quizás algunas maneras mías que pueden, en algún momento, expresar que también llevo algo oriental. Quizás mi hermetismo, es posible que eso lo manifieste mi parte oriental, mi disciplina. Algunos de mis amigos me dicen, “ahh pero tú eres china”, claro, lógicamente se nota.
Se dice que los inmigrantes les transmiten a sus hijos la nostalgia por su país de origen, ¿usted y sus hermanos vivieron esa nostalgia?
El que más conversaba de su vida en China era mi abuelo. Mi papá, no tanto, no era tan comunicativo. Abuelo nos hablaba de la guerra, aunque estaba muy pequeña, pero, siempre estábamos con él. En algún momento de nuestro descanso, mirando televisión, nos hablaba de la guerra, nos mencionaba a Chiang Kai-shek, a la llamada Formosa (hoy Taiwán), nos hablaba de cuando Mao Tse-tun y Chiang Kai-shek se pelearon, de cómo era su vida en aquel entonces, su aldea… quizás eso nos lleva a imaginarnos lo que era en aquella época la vida de nuestros ancestros.
Usted hizo su tesis de sicología sobre parejas biculturales, ¿esa decisión nace de su vivencia personal?
Claro que sí, de una manera u otra, en mí queda la curiosidad de esa convivencia y de esa pareja bicultural: mi papá y mi mamá. De alguna manera se notaba que en algún momento no había una comunicación real y eficiente, vamos a llamarle así, entre ellos dos, porque quizás el mismo idioma les ponía alguna barrera para comunicarse plenamente.
¿Su papá aprendió bien el español?
Sí, él aprendió bien el español, pero hay quizás, de alguna manera, algún tipo de comunicación que yo sentía que no se daba, con lo cual, hice mi tesis de parejas biculturales, sobre la satisfacción marital de parejas biculturales domínico-chinas.
¿Qué encontró en la investigación?
Hice un cuestionario bastante amplio. Primero fue muy difícil, de verdad, llegar a las parejas domínico-chinas y que me respondieran el cuestionario. La muestra fue pequeña y tuve que hablar bastante para que me pudieran apoyar en eso. ¿Qué encontré? Que para la satisfacción no importa la biculturalidad. Si hay entendimiento y hay química, puede haber muy buena relación y muy buena satisfacción marital.
Cuando hablo de satisfacción marital, no hablo de sexo, hablo de una satisfacción integral, llámese convivencia, relaciones con los hijos, entre la misma pareja, relaciones con las familias, eso es una satisfacción marital completa, integral, no solamente sexual. Entonces eso me llamó la atención, que no necesariamente hay tanta diferencia en la convivencia, siempre y cuando se respeten.
Cómo cualquier otra relación…
Como cualquier otra relación, aunque sea de la misma cultura
¿Cómo se llevaron los temas de la espiritualidad y religión en su casa? ¿Hubo diferencias?
No, no necesariamente, porque es el respeto. Si cada uno respeta las creencias del otro, entonces no debe haber ningún tipo de desacuerdo.
¿En la casa, dominaba la religión de su madre, de su padre o ninguna?
No había una relación dominante de ninguna de las dos. Cuando teníamos que hacer las celebraciones (chinas), las vivíamos y las disfrutábamos. De igual manera, cuando había que ir a la iglesia, papá y abuelo iban con nosotros.
Se celebraba el día de año nuevo como los chinos. El día que había que adorar a los santos, pues, bueno, se adoraban a los santos, de una manera muy natural. A veces, cuando nosotros, los mismos paisanos, como nos decimos los domínico-chinos, nos juntamos, siempre cada uno manifiesta cómo era su convivencia, y en eso era casi similar.
Realmente ahí hubo un respeto de ambos a la religiosidad o a sus creencias.
¿Usted se quedó con alguna de las dos religiones?
Soy creyente, en general, cuando tengo que ir a misa, voy, pero simplemente creyente.
¿Qué herramientas le dio o quitó la educación bicultural para enfrentarse a la sociedad en la que le tocó vivir?
Herramientas de la cultura (china): la tolerancia, la discreción, la disciplina, y no lo puedo negar y tampoco me siento como vanidosa al decirte, el ser trabajadora. Y de la parte dominicana, el baile, porque me gusta bailar, sé bailar, aprendí a bailar, la alegría que llevamos los dominicanos.
¿Y la alegría es una herramienta útil?
Sí, me parece que sí, porque cuando se expresa alegría, creo que hay una manera de poder acercarse a los demás, de poder hacer que las relaciones sean mucho más cercanas y agradables.
Facilita la convivencia…
Sí. Facilita la convivencia, así es…
Retomando la historia familiar, ¿su papá llegó adulto de China?
Llegó adulto. Mi abuelo fue el primero que vino, luego regresó, y trajo a mi papá y entonces se establecieron aquí y después, más adelante, llegó mi abuela.
¿Y volvieron a China?
Abuelo sí, regresó en su momento.
Papá no regresó, ni mi abuela tampoco.
Hubo un desarraigo…
De ellos dos sí, de mi papá y de mi abuela. Mi abuelo era una persona mucho más abierta que papá, era mucho más sociable, lo recuerdo así. Era de los líderes del Barrio Chino, veo en las fotos, y los viejos que nos reconocen dicen que mi abuelo era una gran persona.
Se dice, aunque quizás es un mito, que la comunidad china en la República Dominicana no se mezcla, que es cerrada…
l Anteriormente sí, se creía mucho que era una comunidad muy cerrada. Quizás el idioma era una limitación para comunicarse y el hecho de ser un poquito diferentes, hasta físicamente, también hacía que se sintieran un poquito tímidos para entablar relaciones con los demás. Pero no era una comunidad totalmente cerrada.
¿Usted conoce otras mujeres domínico-chinas de su generación?
Sí, varias dominico-chinas que no saben chino tampoco, y que bailan merengue igual…
Me llama la atención cómo la lengua se perdió a la siguiente generación…
Sí, se perdió a la siguiente generación, a pesar de que en esa época había un instituto domínico-chino. Mi hermano mayor estuvo y sabe un poco de cantonés, igual que mi hermana, pero yo no tuve la oportunidad de llegar ahí.
¿Usted siente alguna conexión con China y su cultura?
Siempre, nunca nos hemos alejado totalmente de la cultura.
De una u otra manera, creo que buscamos como acercarnos, con mis amigas, igual que yo, descendientes. En su momento, hubo quizás una separación, pero volvimos a reunirnos y eso nos ha dado la oportunidad, primero de honrar a nuestros ancestros y de mantener un poquito viva esas creencias y esa cultura… el año nuevo chino, que a veces nos juntamos y lo celebramos como lo celebraban papá, abuelo, y nos acercamos de esa manera.
El tema de los ancestros es importante en las culturas orientales…
Se respeta mucho a los ancestros y se respeta mucho a las personas mayores, porque eso es parte, parte de transmitir los conocimientos de la madurez en la vida.
¿Usted le ha transmitido algo de la cultura china a su hija?
Ella se crió también con mi papá, le decía papá a mi papá.
Algo, algo tiene, no se ha alejado tanto.
Volviendo atrás, quizás dominó la cultura oriental por un tema de roles de género, por ser la cultura del hombre…
Puede ser porque era el hombre. Ahí no tengo ninguna explicación que darte, porque mi mamá era de carácter fuerte…