Si bien el estudio que realiza la Universidad de Cambridge determinó que unos 200 fármacos usados para otras enfermedades podrían servir contra el COVID-19, los que mejor respondieron a los análisis fueron dos: uno que se prescribe para combatir la malaria y otro para la fiebre reumatoide
Entre los importantes avances científicos que se vienen realizando a partir de la pandemia de coronavirus, además de las vacunas que en tiempo récord se pusieron en circulación, se está trabajando con rapidez en la posible reutilización de medicamentos cuya eficacia fue probada para paliar otro tipo de enfermedades. Uno de los grupos científicos más avanzados en este sentido es el que encabezan Tony Kouzarides y Namshik Han, del Milner Therapeutics Institute, de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido.
Según esos análisis, los fármacos que parecen tener, hasta el momento mayor viabilidad, son el proguanil, utilizado contra la malaria, y la sulfasalazina, que se aplica en casos de artritis reumatoide.
El estudio del grupo británico está en avance y está basado en el análisis computacional del modo en que el SARS-CoV-2 interactúa con las proteínas de la célula huésped. Esto le permitió identificar 200 fármacos previamente aprobados que podrían reutilizarse para tratar el COVID-19, 40 de los cuales ya han entrado en ensayos clínicos.
Pero también los investigadores identificaron 30 proteínas inducidas por el virus del SRAS-CoV-2 a las que se dirigen 8 o más fármacos existentes. En ese sentido descubrieron que la producción de óxido nítrico, que es importante para la síntesis viral, puede ser el objetivo de estos fármacos para combatir la infección.
El equipo de Cambridge también identificó dos de estos fármacos con buenos perfiles de seguridad que redujeron con éxito la replicación viral en ensayos celulares, lo que sugiere que podrían prevenir o tratar el COVID-19
Según el estudio, que fue publicado en la revista Science Advanced, los especialistas utilizaron el análisis de redes neuronales artificiales para clasificar estos 200 fármacos en 9 vías distintas dentro de 2 mecanismos generales: replicación viral y respuesta inmunitaria. De las 1.573 proteínas a las que se dirigen estos 200 fármacos, el 66% se dirigen a un solo fármaco, mientras que el 0,19% (30 proteínas) se dirigen a 8 fármacos o más.
Pero, los científicos validaron sólo cinco fármacos dirigidos a estas 30 proteínas utilizando células de mono in vitro. De esta forma descubrieron que el proguanil, usado contra la malaria, y la sulfasalazina, contra la artritis reumatoide mostraban efectos antivirales sin parecer dañar las células
Por su parte, el profesor Tony Kouzarides, director del Instituto de Terapéutica Milner y líder del equipo de investigación, dijo que 40 de las 200 medicinas identificadas ya están actualmente en ensayos clínicos para determinar su efectividad contra el SARS-CoV-2.
“Esperamos que este recurso de fármacos potenciales acelere el desarrollo de nuevos fármacos contra COVID-19. Creemos que nuestro enfoque será útil para responder rápidamente a nuevas variantes de SARS-CoV2 y otros patógenos nuevos que podrían impulsar futuras pandemias”, manifestó Namshik Han, jefe de Investigación Computacional e Inteligencia Artificial del Milner Therapeutics Institute.
Hasta esta instancia del estudio, aparecen 160 drogas candidatas que no se habían relacionado con el coronavirus. Entre ellos los dos fármacos que mostraron una alta capacidad para eliminar por completo la replicación viral: la sulfasalazina y el proguanil.
En la actualidad, ya se están desarrollando medicinas especializadas contra el SARS-CoV-2. Sin embargo, aún están en proceso de creación y su fabricación también tomará tiempo antes de que puedan llegar ampliamente a la población.
Ante esto, la posibilidad de contar con medicamentos que ya se conocen y tener la opción de simplemente reutilizarlos es muy prometedora. La producción de estas alternativas sería más rápida y ya contarían con los permisos de circulación y distribución que, usualmente las entidades de salud se demoran en dar.
Asimismo, conocer lo que funciona específicamente contra el SARS-CoV-2 y que, además, es seguro, aceleraría también la creación de más medicamentos especializados.