A pesar de haber vivido la época de Trujillo siendo muy joven, aún tengo recuerdos de la misma y siempre he tenido un especial interés en una etapa nefasta para nuestro país.
Vivía en la misma calle que el dictador, la César Nicolás Penson y lo veía pasar a diario rumbo al Palacio Nacional.Leí el libro “Nuestras lágrimas saben a mar”, de la hija del general José René Román Fernández (Pupo), y tal como lo describe Juan Daniel Balcácer “es un libro formidable que será leído con fruición por los amantes de temas históricos relacionados con la vida del dictador y su trágico final”.
En diciembre recibí de regalo el libro escrito por Sabrina Román y había oído a la escritora en un programa de radio hablando sobre el mismo y la historia de su padre, de lo cual me alegré, porque ya era tiempo de hacer justicia a las mentiras que se tejieron sobre la actuación del general luego de ajusticiamiento de Trujillo.
Es necesario recordar que en esa época el dictador tenía un control férreo del país, esto era más que una república una finca de Trujillo y su familia. Controlaba la vida de todos los dominicanos y la escasa comunicación de la época era manejada por los esbirros del tirano con una eficiencia increíble.
Simplemente, para dar una idea al lector del control que ejercía Trujillo, los dominicanos no teníamos pasaporte, para lograr salir del país había que solicitarlo y dar todo tipo de explicaciones de las razones del viaje y a nuestro retorno devolver los pasaportes. Pero internamente el control era igual, al tomar cualquier carretera había que detenerse en los puestos de control, anotaban número de placa, nombre del conductor y motivo del viaje.
La planificación del ajusticiamiento de Trujillo contaba con dos etapas, la primera la que se cumplió con éxito, la eliminación física del tirano y la segunda tomar el poder inmediatamente.
Pupo Román era parte de la segunda etapa, que sin dudas no se dio. ¿Se acobardó el general? ¿Traicionó a quienes había dado la palabra de participar en el tiranicidio?
Pensar en traición luego de muchos meses de planificación es impensable. Dada su posición de Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas era muy sencillo no sólo denunciar el complot sino encarcelar a los implicados, lo cual sin dudas le ganaría favores frente al tirano y la familia Trujillo.
La familia Román García gozaba de todos los privilegios de la época, su hija Sabrina describe que recuerda que no vivían con mucho lujo. Pero en ese entonces el lujo era diferente. Una casa espaciosa, con amplios jardines, fincas, facilidades de todo tipo y eso sin duda lo tenía su familia.
Nadie puede alegar que la decisión de Pupo Román de participar se debió entonces a no estar contento con su estándar de vida. Más bien se cansó de los abusos que debía ver a diario, las desconsideraciones de Trujillo, tanto a él como a muchos otros, que fueron un sello de su régimen y que con la edad se hicieron más frecuentes.
De todos los implicados, el que debió tomar la decisión más difícil fue Pupo Román. Participaba en el asesinato del tío de su esposa. No sólo enfrentaba el aparato represivo del régimen, sino también a la familia Trujillo, sin dudas la decisión más difícil que debió tomar en su vida.
Tenía claro el riesgo en que ponía a sus hijos y su yerno, dos de ellos ya militares y sabía que su relación con Ramfis Trujillo, que no era la mejor, podía crear serios problemas a su familia, que pudo salvar la vida gracias a la intervención de los abuelos Trujillo. Cuando su compadre Luis Amiama Tió le propuso participar, no sólo pudo negarse sino también haber sacado ventajas políticas y mayor posicionamiento, lo cual no hizo.
La llegada inesperada de Arturo Espaillat a su casa le hizo pensar que el plan había sido descubierto, de haber sido un cobarde la decisión correcta era la de esconderse; sin embargo, se fue al Palacio Nacional, a la oficina que ocupaba y esperó que lo arrestaran, teniendo bien claro lo que la suerte le deparaba.
Pupo Román fue un héroe, que dio su vida y sacrificó su familia para dar fin a treinta años de oscuridad. De sus hijos, al único que conozco es a Álvaro, que en algunas oportunidades me encontré con él en las oficinas de Jacinto Peynado (EPD).
Al leer el libro, se sufre junto con Sabrina todo cuanto su familia padeció. Los familiares lo acusaban de traidor y algunos dominicanos lo tildaban de cobarde.
Ni una ni otra, tienen que guardar el recuerdo de un héroe, de un Pupo Román que cambió la paz de su familia, la comodidad que su posición y que la familiaridad con el régimen le daban, por la democracia de su país, a un precio que sólo los valientes se atreven pagar.