Beirut.- El presidente libanés, Michel Aoun, admitió hoy que el país se encuentra en un momento crítico y prometió que se formará un nuevo Gobierno que recupere la confianza del pueblo y solucione los problemas económicos y de gestión por los que miles de personas protestan desde hace 15 días en las calles.
Las amplias manifestaciones en Beirut y otros puntos del Líbano, cuya actividad se ha visto prácticamente paralizada, forzaron la dimisión hace dos días del primer ministro, Saad Hariri, que Aoun confirmó hoy oficialmente abriendo la puerta a la formación de un nuevo Ejecutivo.
“Hoy estamos a las puertas de un nuevo Gobierno (…) que responda a las ambiciones de los libaneses y gane su confianza, para poder lograr lo que el Gobierno anterior no logró: devolver a los ciudadanos la confianza en su país”, afirmó Aoun en un discurso televisado.
Asimismo, aseguró que los nuevos ministros “deben ser elegidos por sus capacidades y experiencia, y no por sus afiliaciones políticas”, haciendo hincapié en la necesidad de alejarse de los conflictos políticos y de las divisiones sectarias.
El jefe de Estado, que es cristiano maronita, prometió llevar a cabo una “transición de un sistema sectario a un Estado civil”, porque esta es “la salvación del Líbano de las herencias sectarias y sus problemas”.
Según el sistema de reparto de poder establecido después de la guerra civil libanesa (1975-1990), el primer ministro suele ser un musulmán suní, mientras que el presidente del Parlamento es un chií y el jefe de la República procede de la comunidad católica de Oriente.
“Hoy os prometo hacer todos los esfuerzos para establecer un Estado civil moderno y acabar con el sectarismo, y el primer paso es una ley de estatus personal” para todos, agregó.
De esta forma, el mandatario hacía referencia a las distintas leyes que rigen los asuntos, como el matrimonio, el divorcio, los hijos y la herencia, basadas en las tradiciones y costumbres de cada comunidad religiosa y que no están exentas de polémica por su aplicación discriminatoria.
Aoun admitió que el país se encuentra “en medio de una crisis vital” y en “un cruce de caminos en el plano económico”, pero se mostró optimista respecto a la posibilidad de salir de esta difícil situación que ha desatado la mayor ola de protestas en el Líbano desde hace más de una década.
Las multitudinarias manifestaciones no han tenido un componente partidista o sectario sino que se han dirigido contra la clase dirigente en su totalidad y la corrupción del sistema gobernante, exigiendo un cambio profundo y global en un país que arrastra problemas estructurales desde el fin de la guerra civil.
El mal estado de las infraestructuras hace que los libaneses no dispongan de agua y luz durante varias horas al día, y otros servicios básicos, como la recogida de basura, son muy deficientes.
La indignación estalló a mediados de octubre, cuando las autoridades anunciaron su intención de aprobar una tasa de 20 centavos de dólar por día a las llamadas de voz por redes sociales como WhatsApp, Facebook o Viber, en un intento de aumentar los ingresos del endeudado Estado.
Además, la escasez de dólares puso en jaque el sistema bancario y varios sectores, como las gasolineras y panaderías, y se sumó al hartazgo de los ciudadanos, que denuncian la incapacidad de los políticos para lidiar con estos problemas.
Sin embargo, la formación de un nuevo Gobierno podría tardar semanas o meses -tal y como advirtió hoy Aoun-, por lo que una solución rápida a las cuestiones que agitan la calle está aún lejos y las fuerzas políticas tendrán que ponerse de acuerdo para alcanzar un consenso, siempre muy difícil en el pequeño país.
Hariri, en el cargo desde principios de año, tardó ocho meses en lograr formar un Gobierno la última vez que Aoun le encargó esta misión tras las elecciones de mayo de 2018, y en su Ejecutivo conviven hasta ocho partidos de signo político distinto e incluso antagónico. EFE