Adolescentes y jóvenes de zonas vulnerables entran a este mundo con atractivos usados como anzuelos
En República Dominicana las pandillas, naciones y bandas delictivas son como una sombra oscura que se extiende por los rincones más vulnerables de la sociedad. Son la semilla del caos y la cuna de los delincuentes, entre ellos adolescentes y jóvenes, que amenazan la seguridad ciudadana.
En el año 2022, según las cifras proporcionadas por el Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (Conani), se registraron cifras alarmantes que podrían explicar si los menores de edad son un nicho de las pandillas. En los centros privativos de libertad, se encontraban internos un total de 308 adolescentes con edades entre 13 y 18 años, según se presentó ayer en el programa Reporte Especial con Julissa Céspedes.
Al profundizar en los detalles, se pudo constatar que en el 2022 en los centros privativos de libertad había 132 adolescentes señalados por robos, entre ellos 50 menores imputados por homicidio. Además, de 32 adolescentes detenidos por presuntamente cometer agresiones físicas, seguidos por 10 jóvenes acusados de intento de homicidio, 10 por delitos relacionados con drogas y uno detenido por porte de arma.
De acuerdo con la investigación, muchas pandillas atraen a los jóvenes con la promesa de beneficios que aparentemente pueden ofrecerles: protección y la ilusión de pertenecer a una familia. Estos atractivos son utilizados como anzuelos para luego someterlos a las diversas reglas y normas que implica formar parte de una nación. Los nuevos miembros deben acatar las órdenes de aquellos con posiciones superiores.
Las pandillas no sólo imponen el pago de una cuota a sus miembros, sino que además les exigen que se aprendan los códigos que rigen esa nación. También, cada período de tiempo, se realizan reuniones, para planificar y coordinar sus actividades delictivas, fortalecer lazos, compartir información, adiestrar y reclutar potenciales miembros, según se reveló en el programa de investigación difundido por CDN, canal 37.
Los delincuentes y criminales se han convertido en un eco retorcido de la sociedad, han extendido sus tentáculos por las calles, y en los barrios las pandillas han encontrado su hogar.
Historia contada en primera persona
El informe trae la historia de Luis Andrés Reyes, un expandillero del populoso barrio Guachupita, que narra una amarga y cruda experiencia. Vivía con su madre, pero al igual que muchos pandilleros, pertenece a una familia marcada por la disfuncionalidad. Desde temprana edad, se vio privado de la presencia de su padre en su crianza. Sin embargo, su madre, una mujer admirable y llena de valores, luchó para criarlo a él y a sus tres hermanos como hombres de bien, pero la necesidad y la presión social pudieron más.
A los 16 años, Luis Andrés Reyes tomó la decisión de abandonar la escuela, una opción que a menudo eligen los jóvenes que se ven arrastrados hacia la delincuencia. Sin embargo, en el caso de Luis Andrés, su motivación no era la maldad, sino la necesidad de trabajar para subsistir. Con el tiempo, su deseo de obtener dinero lo llevó por un camino oscuro, envolviéndose en actividades delictivas.
En su inocencia, la madre de Luis Andrés Reyes desconocía los pasos que su hijo estaba dando en su vida. Los amigos y el grupo al que él pertenecía no solo lo ayudaron a adentrarse en el mundo de la delincuencia, incluyendo delitos menores, sino que también lo introdujeron en el peligroso mundo de las drogas.
Poco tiempo después, ingresó a la banda llamada Los Morenos del Bronx. “Yo esa gente la veía siempre, todos los días en pinta, desde la mañana. Yo siendo un muchacho tranquilo. Entonces, cuando comienzo a pertenecer a Los Morenos del Bronx, ahí entonces comienzo en la calle, lo que se llama atracar, a amanecer fuera de mi casa y a coger la mala vida”, cuenta.
Hizo de todo. Usó niños para transportar droga y para que también la usaran, mató, estuvo preso, tuvo relaciones sexuales con menores. Estuvo también en otra banda denominada Los 42.
Tras varios intentos de otros por quitarle la vida, Luis Andrés Reyes decidió alejarse de las bandas. Salió ileso, contra todo pronóstico, de las garras de la pandilla que una vez fue su hogar. Él atribuye su salvación a la intervención divina, pues en su caso fue un acto de gracia. Sin embargo, para aquellos que se atrevan a buscar una salida, el precio a pagar es alto. “Para tú salir de donde yo era, había un castigo. Podía ser con un guillette una equis en la espalda”, relató.
En medio de las sombras, las pandillas tejen una red de caos y delincuencia que amenaza la sociedad. La necesidad y la presión social son las semillas que germinan en las mentes vulnerables, llevándolos por un camino oscuro del que a veces es difícil escapar.
Un estudio reciente reveló que el 64.5 por ciento de la población de 15 años y más opta por evitar salir de noche debido al temor que infunde la delincuencia y que el 52.3 % de las mujeres y el 45.2 % de los hombres han dejado de llevar grandes cantidades de dinero en efectivo, como medida de prevención ante posibles robos o asaltos. Con relación a las joyas, el estudio revela que el 38.7 % de las personas ha decidido prescindir de su uso debido a la misma problemática.
Tras las huellas de la Mara Salvatrucha en RD
En medio de la presencia de las pandillas en el país, el gobierno dominicano ha emitido una alerta migratoria para los salvadoreños con un “perfil sospechoso”, mientras expertos vaticinan un rebrote de las organizaciones criminales en el país. Durante el Reporte Especial con Julissa Céspedes se presentó que aunque en El Salvador no se ha confirmado la presencia de la Mara Salvatrucha en territorio dominicano, funcionarios de los organismos de inteligencia y seguridad del Estado estarán presentes en los aeropuertos de República Dominicana para inspeccionar e interrogar a los viajeros que lleguen desde esa nación.