ONU Mujeres describe las agresiones como un panorama actual bastante desalentador en la región
La violencia machista no da tregua en América Latina, una región donde se afrontan al menos dos pandemias, la de la covid-19 y otra que ha quedado más evidente que nunca a raíz de los confinamientos que dejaron patente que las mujeres no están a salvo de las agresiones ni en casa.
Una “pandemia en la sombra” es la definición que ONU Mujeres ha dado a la violencia contra las mujeres en el contexto de la covid-19, con un panorama actual “bastante desalentador”, dijo a Efe la directora regional para América Latina y el Caribe de ese organismo, María-Noel Vaeza.
En la misma línea, colectivos latinoamericanos defensores de la igualdad de género comparan esta problemática con una enfermedad presente desde siempre en la región en la que sus perpetradores actúan cada vez con más crueldad.
Los datos previos al estallido de la pandemia de la covid-19 ya eran contundentes, pues a nivel mundial se tenía que una de cada tres mujeres sufría violencia física o sexual mayormente a manos de su pareja.
En el continente americano, el 30 % de las mujeres reportaron violencia física o sexual por parte de sus parejas y el 11 % la sufrió a manos de otras personas.
Según Vaeza, la cantidad de denuncias de violencia aumentó “muchísimo” a raíz de la pandemia, al igual que el “terror” de tener que convivir con el agresor las 24 horas del día durante las cuarentenas que rigieron en varios países.
“Lo que vemos es que ha habido un aumento fuerte de la violencia y que la covid ha significado también un retroceso en las conquistas que se habían obtenido en los derechos de las mujeres”, lamentó.
Control y subregistro
Durante los confinamientos aumentaron las agresiones físicas y psicológicas contra las mujeres, a la par de otras formas de violencia como un mayor control a través de las redes sociales o incluso en el uso de sus teléfonos móviles.
“Cuando un hombre quiere controlar a la mujer es que se cree que es dueño de su cuerpo, de su mente, no la considera un ser humano independiente, libre, pensante, sino que solamente la ve como un objeto, por eso le pega, la controla, la aísla y eso es lo que se ve constantemente”, advirtió Vaeza.
Los números en Bolivia fueron devastadores, pues en los 71 días que duró la cuarentena rígida se registraron 2.935 denuncias por delitos de violencia machista, el 81 % de ellos por violencia en la familia, lo que confirmó que “el hogar es el espacio más inseguro para las mujeres” y menores, según la Coordinadora de la Mujer.
En 2020, el país suramericano reportó 113 feminicidios, de los que 53 ocurrieron durante los confinamientos rígido y mixto vigentes entre marzo y agosto, informó la Fiscalía boliviana, que también lamentó que “aquel lugar que debería ser el de mayor protección” resultó ser donde sufrieron violencia e incluso la muerte.
Las cifras pueden ser aparentemente inferiores a las de años anteriores, pero entidades como la Coordinadora de la Mujer han alertado de que en ese periodo hubo un subregistro de casos por las restricciones en el desplazamiento que limitaron las posibilidades de denunciar las agresiones.
El encierro también limitó el acceso a la información o la recolección de datos que llevan adelante organizaciones como el Observatorio para la Exigibilidad de los Derechos de las Mujeres, como lo reconoce la activista de esa entidad, Eulogia Tapia.
Tapia dijo a Efe que durante las cuarentenas las mujeres no tenían “forma de pedir auxilio, o si pedían, no eran atendidas” y esa fue una razón por la que en apariencia las cifras de violencia fueron menores. Ante esto, el ingenio y la sororidad se impusieron en la región con señas como comprar mascarillas de determinados colores, llamar a los números de emergencia dando alguna frase especial para denunciar la violencia, u organizarse entre activistas para no dejar solas a las víctimas.
La pandemia en la sombra prevalece
Los confinamientos han quedado atrás, pero la pandemia en la sombra prevalece y, peor aún, la crueldad con que actúan los agresores de mujeres parece ser mayor. Las cifras recogidas en países como Bolivia, México, Honduras o El Salvador en lo que va de año muestran una situación “trágica” en palabras de Tapia, y “alarmante”, según advirtió Verónica Reyna, directora del Programa Derechos Humanos de la organización no gubernamental salvadoreña Servicio Social Pasionista. Los feminicidios en El Salvador en el tercer trimestre de 2021 se elevaron un 31,25 % en comparación con el mismo lapso de 2020, según las cifras consensuadas por la Policía, Fiscalía y Medicina Legal. Entre enero y septiembre de 2021 se perpetraron 63 feminicidios, frente a 48 registrados en el mismo periodo de 2020.