Este barrio cuenta con edificaciones centenarias ligadas a la historia religiosa y cultural, además de un club deportivo reconocido en diferentes categorías Convenientemente situada frente a la Iglesia Conventual de Nuestra Señora de Las Mercedes, Mamey Librería y Café se ha vuelto un espacio muy destacado de San Lázaro, convirtiéndose en un innovador espacio colonial que ha infundido nueva vida a este conjunto arquitectónico a través de la cultura en todos los sentidos, dirigido por el joven filósofo Alejandro Ruiz, quien acondicionó la infraestructura en honor a su abuelo, el historiador Emilio Rodríguez Demorizi.
El conjunto está compuesto por una librería inspirada en el pensamiento antillano de varios escritores, donde se puede encontrar literatura de vanguardia, artística y de editores independientes.
“Esta fue la casa de mi abuelo, quien siempre estuvo ligado al mundo cultural y artístico de la zona. Con este espacio, lo que queremos es contagiar a los visitantes el interés que tenía él en la literatura, la historia, y todo lo que tenía que ver con la cultura”, dijo Ruiz.
Otros salones albergan la Galería Mamey- Eddy Guzmán, espacios dirigidos por el mismo Guzmán, quien tiene una larga trayectoria como gestor cultural habiendo fundado en el año 1992 el Salón de Arte y Arquitectura y la Galería Makana.
Con dos patios acogedores que invitan a pasar un buen rato, y una galería con exposiciones muy particulares, Mamey “intenta potenciar el valor de lo autóctono”. Sin embargo, también quiere dar un toque de innovación, ya que la mayoría de los libros que tiene “son de autores poco conocidos, pero de igual calidad”.
En San Lázaro el arte no tiene edad
El paso de los años no ha sido obstáculo para que decenas de envejecientes del barrio puedan seguir contribuyendo a la comunidad a nivel cultural. Allí la Fundación Comunidad Modelo San Lázaro, donde está el Hogar de Día para Envejecientes, les brinda la oportunidad de explotar su creatividad, haciendo manualidades y piezas de arte.
Desde el 23 de febrero del 2006, este espacio ha acogido a cientos de personas de la tercera edad de San Lázaro, que acuden o son llevados durante todo el día para recibir alimentación, cuidados médicos, educación, y hasta formación artística, donde practican bailes y cantos, y además dejan salir su potencial creativo en sus creaciones a base de materiales reciclados.
“Con esto, queremos que disfruten de un ambiente tranquilo y con los cuidados básicos que necesitan para sentirse cómodos y bien. Pero lo que más disfrutan es hacer arte, todos comienzan a hacer sus muñeras o alfombras, y hasta incluso cuadros a base de croché. Eso los deja muy satisfechos”, cuenta José Martínez Chaín, quien preside la fundación.
“La elaboración de objetos de forma manual mejora el físico de los mayores, así como la prevención o reducción de enfermedades como la artrosis, ya que son tareas que se realizan con las manos y mejoran los movimientos de las mismas –informa Chaín–, evitando que pierdan fuerza y movilidad”.
Con estas actividades, los ancianos de San Lázaro también mantienen activas partes como la visión, ya que precisan fijarse en detalles para por ejemplo, cortar, pegar o enhebrar distintas partes del objeto construido.
San Lázaro tiene alrededor de 70 ancianos, que en su gran mayoría se benefician de este espacio, que además promueve la implementación de proyectos sociales, técnicos, urbanistas y de otras naturalezas para el desarrollo de esta comunidad.
“Este Plan Operativo constituye una propuesta por medio de la cual se pretende dar respuesta inicial a algunos de los problemas identificados en la fase de diagnóstico físico y socioeconómico de la barriada que afectan a San Lázaro, comunidad de la Ciudad Colonial”, explica Chaín.
En esta barriada se hayan importantes edificaciones centenarias, como el corredor o murallas de la antigua Ciudad Colonial, iglesias, monumentos, parques, un antiguo hospital, fuertes y otras obras que son testimonio de un rico y legendario pasado.
En alianza con el Ministerio de Salud Pública, administra una Unidad de Atención Primaria, que cuenta con dos consultorios. En el mismo local, se encuentra instalado un Módulo Odontológico que brinda servicios a la comunidad a bajo costo.
Club San Lázaro
Otras de las cosas de las que pueden estar orgullosos los habitantes de la popular barriada es del club San Lázaro, fundado el 2 de junio de 1963.
Este espacio deportivo puede exhibir algo más que sus títulos de campeón del básquet distrital, un multiuso techado que sirve de ejemplo al deporte nacional y una barriada unida.
La gama de directivos que ha tenido el club desde su fundación ha dado fiel ejemplo de lo que es trabajar en la formación de los jóvenes para el futuro. Como los emblemáticos atletas Manolo Prince, Pepe Rozón, Chacho González, Kenny Jones, Ercilio Astacio y Mario Berson, entre otros, quienes con su entrega y disciplina convirtieron el equipo de baloncesto lazareño en el orgullo número uno de los de Jobo Bonito.
Actualmente, el club San Lázaro, presidido por Milton Díaz, continúa con el tradicional desarrollo de actividades culturales.
La iglesia San Lázaro es representativa del barrio
El barrio debe su nombre a la majestuosa infraestructura con detalles arquitectónicos escultóricos que llama la atención de todo el que visita, la iglesia San Lázaro, la cual está ubicada en uno de los puntos más altos de lo que fuera la ciudad intramuros, cuya historia se remonta al siglo XVII, y es una construcción dedicada a Lazareto para la lepra, flagelo traído a América por los españoles, junto con otras enfermedades desconocidas por los aborígenes. Según cuenta Josefina Rodríguez, del Centro Neocatecumenal, que funciona desde ese espacio religioso, la elección de este lugar alto se debió a que las brisas y vientos, pasaban por encima de la ciudad, imposibilitando, según el criterio imperante en la época, el contagio al resto de la población. Hacia 1650, y por encargo del Oidor de la Real Audiencia, don Juan Melgarejo Ponce de León, se terminó, tanto la iglesia como el hospital, los que habían permanecido inconclusos por largo tiempo. La construcción que funcionó como hospital y convento, fue transformada a lo largo del tiempo, hasta convertirla en lo que hoy existe, la que ha albergado distintas funciones: residencia de monjas, casa de cursillos, residencia de estudiantes universitarios, hasta nuestros días en que el Centro Neocatecumenal se instaló allí.