El seis de diciembre del año 1989 sucedió una masacre en la universidad École Polytechnique de Montreal. Un hombre llamado Marc Lépine entró a un aula de Ingeniería (disciplina dominada por hombres), donde separó al estudiantado entre hombres y mujeres. El hombre gritó que estaba “peleando contra el feminismo” por arruinarle la vida y, después de denunciar que todas las mujeres presentes eran “unas feministas”, procedió a dispararles con un rifle a las nueve mujeres en el aula, matando seis. Luego caminó por la cafetería, los pasillos y otras aulas de clases donde les disparaba específicamente a las mujeres que veía en su camino. En total, consiguió matar catorce mujeres y herir otras diez.
Esta masacre tiene trasfondo misógino por donde sea que se analice. No obstante, muchos Estados no tipificarían esta matanza como feminicidio. Uno de esos países sería la Republica Dominicana. Esto es porque, para fines estadísticos, nuestro país solo contempla como feminicidio cuando el asesinato de la mujer es cometido por su actual o antigua pareja. Esta es una definición politiquera e injusta con las mujeres.
Durante aquella famosa marcha de hombres “sensibilizados”, que tuvo lugar el primero de noviembre, la Ministra de la Mujer, Janet Camilo, expresó que hasta esa fecha habían ocurrido 84 feminicidios. Ese dato me pareció extraño porque en la Republica Dominicana, durante los últimos diez años, el promedio es que los hombres matan mujeres cada 47 horas, y un año tiene 365 días; es decir que no es posible que a principio de noviembre la estadística sea de 84 feminicidios. Decidí investigar.
Según datos proporcionados por la Policía Nacional y la Procuraduría de la Republica, hasta el primero de noviembre habían ocurrido 83 feminicidios. Pero en realidad, los hombres habían matado el doble de mujeres. En total, eran 170. Analizando las estadísticas oficiales descubrimos que, generalmente, presentar como ‘feminicidio’ solo los asesinatos cometidos por la pareja recorta el recuento casi siempre por la mitad.
Si bien es cierto que no podemos decir que cada homicidio de una mujer ocurrió por razón de sexo (puede ser un atraco o un accidente), estos son casos mínimos. Lo que es mas común, y por lo tanto es extremadamente alarmante que el Estado no los tome en cuenta, es que hombres maten mujeres fuera de relaciones de pareja, pero con el sexo de la mujer siendo un factor.
No son casos hipotéticos. Ser mujer estuvo intrínsecamente ligado al asesinato de la anciana en Yamasá, de 82 años, a la que un grupo de hombres violaron y mataron a finales de marzo de este año. Nacer niña también fue un factor en la violación y posterior muerte de la bebe de un año y tres meses, ocurrido a principios de octubre. Cuando un hombre que va a cometer un feminicidio contra su esposa, llama a la mamá y la hermana de esta, para matarlas a las tres juntas, cada uno es un feminicidio. De manera similar, cualquier mujer que muera por consecuencia de violencia ginecobstetrica constituye un feminicidio. Existen incluso más posibilidades.
¿A quién le conviene presentar datos distorsionados? Al Estado, para poder alegar “que estamos por debajo de la media regional” o que las políticas públicas (como aquel elusivo Plan Nacional contra la violencia de la Procuraduría) están funcionando. Esto son nimiedades, lo importante es prevenir, atender y acabar con la violencia contra mujeres y niñas. ¿Pero como vamos a lograrlo si ni siquiera nos atrevemos a tipificarla correctamente?
Querido Estado dominicano, aquí entre nos: ¿qué es lo que les interesa: ufanar de estadísticas reducidas o verdaderamente erradicar la violencia machista?