El movimiento enfrenta el reto de definir su participación política, mientras que la oposición no parece descifrar qué relación forjar
El movimiento Marcha Verde se encuentra ante el dilema de definir la forma de participación política que evite su fragmentación y le permita jugar un papel de primer orden en el escenario electoral, ya sea apoyándose en el arraigo de sus gestores como aliados de la oposición, cuyo liderazgo tiene el reto de diseñar y ejecutar estrategias que posibiliten esa alianza.
Para Marcha Verde es un paso difícil y delicado, pues la historia social dominicana no tiene referencia de otro movimiento similar, excepto su propia génesis, que se sitúa en las movilizaciones por el 4% del producto interno bruto (PIB) para la Educación, impulsado básicamente por sectores de la clase media, profesionales, empresariales y finalmente asumido como discurso por la clase política.
Pero lo que sí se ha visto en las últimas décadas en América Latina es que los movimientos sociales se han convertido en actores políticos de gran peso, en principio priorizando la estrategia de acción colectiva la movilización de masas.
Esto, porque ha quedado evidenciado que ante el descrédito y la desconfianza en que se han sumido los partidos políticos, los movimientos sociales y las organizaciones que los componen se han convertido en medios para la canalización de demandas de grupos y sectores de la sociedad.
Y aunque los movimientos sociales no representan a toda la sociedad civil, hay que reconocer que por lo general son generadores de nuevas identidades de las que suelen surgir nuevas formas de representación política.
En otros momentos, dichos movimientos optan por participar dentro del sistema político vía las elecciones, ya sea de forma independiente o a través del acercamiento hacia algunos partidos o actores políticos tradicionales.
Ejemplos en Latinoamérica
En su libro “Movimientos sociales y partidos políticos en América Latina: una relación cambiante y compleja”, la profesora e investigadora del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México, María Fernanda Somuano Ventura observa que durante la segunda parte de los años noventa América Latina aparece atravesada por diferentes movimientos sociales de significación nacional.
Entre estos movimientos señala el levantamiento zapatista en la selva Lacandona en 1994, que hizo visibles las demandas de indígenas y campesinos cuando en México entraban en vigor los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos; la “Guerra del Agua” de la región de Cochabamba, en Bolivia, y las luchas del movimiento cocalero en el Chapare, mediante el cual alcanzaron nuevos liderazgos y una presencia fundamental en el parlamento, y finalmente la elección de su líder, Evo Morales, como presidente del país.
Movimiento sociopolítico
Marcha Verde ha demostrado ser un movimiento consistente, que ha resistido y sobrepasado intentos de descrédito por parte del Gobierno, cuyas estrategias en su contra lucen fracasadas; de un sector de la prensa nacional y de parte de sectores empresariales, como los industriales, que públicamente anunciaron que le retiraban su apoyo económico debido a que cabezas visibles del movimiento pidieron mediante comunicado la renuncia del presidente Danilo Medina por lo que entienden es su involucramiento directo con los sobornos de Odebrecht.
Es de recordar que marcha Verde nació como expresión sociopolítica de rechazo a los alegados apañamientos de la corrupción y la impunidad por parte de los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), aunque en su desarrollo algunas de las organizaciones y personalidades que lo componen incluyeron a figuras del partido Revolucionario Moderno (PRM), como es el expresidente Hipólito Mejía, y a Federico Antún Batlle, del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC).
Y hasta el momento, el movimiento parece que se va consolidando como un sentimiento sociopolítico legítimo de segmentos significativos de la sociedad, con cuyas demandas se identifican, incluso, figuras prominentes y parte de las bases del mismo PRSC, el PLD, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el PRM (desprendimiento del PRD), que son las organizaciones políticas mayoritarias y que han dirigido al país de 1966 a la fecha.
Participación política
Como movimiento sociopolítico, Marcha Verde tiene el reto de la participación política, pero la cosa es cómo hacerlo, o desde cuáles instancias.
Marcha Verde es esencialmente antipeledeísta, y así lo ha plasmado en sus comunicados, lo que identifica al movimiento más con el discurso opositor de los partidos mayoritarios, sin embargo, eso no quiere decir que haya afinidad con los partidos opositores capaces de desafiar exitosamente al PLD en las elecciones del 2020, e incluso, que haya afinidad real dentro de los mismos partidos y agrupaciones políticas activas dentro de los verdes, como bien pueden ser los de orientación izquierdista y los ubicados en la derecha o el centro.
Esto, porque dentro de Marcha Verde convergen cientos de organizaciones de base y una gran variedad de partidos políticos opositores con diferencias no solo ideológicas, sino intereses políticos y económicos.
Esta diversidad de actores dentro del movimiento, fuerza a Marcha Verde a actuar con la inteligencia necesaria para mantener la unidad más allá del aventurerismo o posibilidades electorales, a fin de convertirse en un verdadero agente de cabio social y político.
Al respecto, parece que dentro de las cabezas más pensantes del movimiento va tomando fuerza la idea de impulsar dichos cambios mediante la convocatoria de una Constituyente participativa y de amplia base, con miras a promover no solamente el fin de la corrupción y la impunidad, sino una especie de refundación de la República, creando los mecanismos de participación y de control que garanticen el buen ejercicio de la Administración.
Oposición: ¿qué hacer?
La oposición política mira a Marcha Verde con preocupación, pues si bien es cierto que la irrupción del movimiento debilita y coloca contra la pared al PLD y al Gobierno, también le resta apoyo social y político a los opositores, pero con dudosa probabilidades de desalojar a los peledeístas del Palacio Nacional.
Es ante esta realidad que las organizaciones opositoras con más posibilidades de cara a las elecciones de 2020 deberían plantearse un acercamiento real a Marcha Verde, no solamente a nivel de declaraciones de prensa o la presencia de sus principales figuras en alguna caminata cerca de las cámaras, sino de apoyo logístico, económico, de militancia y de la creación de una mesa de diálogo sincera, y de compromiso programático.
Para ello, la oposición debe despojarse de mezquindades y dejar de jugar al todo o nada, comprometiéndose con la idea de una Constituyente transformadora y cuyos líderes sepan que una vez en la conducción del Estado el robo, el enriquecimiento ilícito, no será posible, y que el poder será compartido con un movimiento nuevo, pero sobre todo vigilante y garante de la buena gobernanza, es decir, las interacciones y acuerdos entre gobernantes y gobernados que hacen posible la generación de oportunidades y soluciones a los problemas ciudadanos, posibilitando la construcción de instituciones y normas para generar los cambios sociopolíticos necesarios.
Pactar para convocar una Asamblea Constituyente
Debido a la diversidad de intereses que convergen en Marcha Verde, es sumamente difícil que puedan ponerse de acuerdo entre sus organizaciones y personalidades que la componen en cuanto a la concretización de un proyecto electoral. Dada la naturaleza de sus demandas, es casi un imposible que Marcha Verde pueda llegar a algún tipo de acuerdo con el Gobierno o el Partido de la Liberación Dominicana, por lo que resulta más factible acordar un bloque opositor que tenga como objetivo, en principio, impulsar una reforma en dos fases: primero, realizando la reforma en la Asamblea Revisora, incluyendo en la misma la figura de la constituyente, para que posteriormente se realice la elección de los miembros de la Constituyente y ésta, una vez constituida proceda a refrendar o modificar a la Constitución que haya resultado de la Asamblea Revisora.