El acceso a la sede de la Dirección General de Jubilados y Pensionados también constituye un peligro

Decenas de envejecientes que acuden a diario a la Dirección General de Jubilados y Pensionados a cargo del Estado deben enfrentarse al peligro que representa ser atendidos en un área que funciona al mismo tiempo como un parqueo y que los expone al masivo flujo vehicular de una vía troncal.

Andando por una acera que sólo unos cuantos conos separan del elevado flujo de la vía acceden al parqueo, pero no a estacionarse, porque llegan en transporte público y hasta en motoconchos. Es la sala de espera que funciona en un estacionamiento al que también acceden vehículos privados y de carga.

Guardando el espacio de entrada de los vehículos, son colocadas en dos extremos filas de asientos y varios abanicos como para ventilar la amenaza que representa para la salud, ya deteriorada por la vejez, el monóxido de carbono que se acumula en los parqueos.

“Es incómodo estar sentado ahí y muchas personas que vienen que no pueden ni caminar, la calle es muy peligrosa con esos vehículos”, expresa Milagros Andújar, una de los tantos pensionados y jubilados que diariamente esperan en largas filas por horas un turno para ser atendidos por la cantidad de usuarios se dan cita, demanda que las lluvias recientes parecen haber mermado.

Vilma Altagracia Castro es una médico que lleva ya unos 3 años de haber sido pensionada y, aunque su proceso no representó mayores dificultades, intercede por los demás envejecientes que ve asistir en busca de información. “Estos viejitos muchos tienen pérdida de visión, llevan condiciones, deberían poner un sitio más acogedor para que ellos se sientan más cómodos”, expresa.

Otro peligro al que se exponen los envejecientes que van hacer alguna diligencia en la Dirección General De Jubilados y Pensionados a cargo del Estado es el acceso.

La oficina fue trasladada a la avenida 27 de Febrero entre Máximo Gómez y Leopoldo Navarro, vías muy concurridas que agentes de tránsito tratan de viabilizar. “Al pensionado se debería tratar, por lo menos, con más delicadeza. Porque el que está pensionado es que no tiene fuerzas, yo tengo fuerzas todavía para andar solo pero mucha gente que tiene que venir solo con 75 o 85 años no pueden y eso es muy peligroso”, indica Nelson Noísi, un pensionado de 78 años que trabajó en varias instituciones del Estado como Mecanógrafo a partir de los años 60.

Pese a la incomodidad, muchos se muestran conforme con el servicio que reciben.

Hasta marzo de este año más de 150 mil personas están registradas como pensionados y jubilados, según datos de la página web de la DGPJ. En ese sentido, 119, 304 corresponden a civiles o de reparto, 21, 354 de la Policía Nacional y 18, 228 pensiones solidarias.

Es por esa cantidad de beneficiarios y la condición de salud que aqueja a la mayoría, que muchos entienden deben habilitarse espacios más adecuados para su atención.

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