Las mayores pérdidas se registraron en las Américas, a razón del 18.3%
Las horas de trabajo que se han perdido en el mundo son mucho más de lo que se creía. En el segundo trimestre de 2020 se perdió en todo el mundo -y eso incluye a República Dominicana- el 14.0% de las horas de trabajo.
Cuando se realiza una sumatoria de esas horas, eso es equiparable a 400 millones de empleos a tiempo completo, de acuerdo con un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a propósito del curso de la pandemia por coronavirus (COVID-19).
Las cifras de la OIT establecen que las mayores pérdidas de horas de trabajo se registraron en las Américas, a razón del 18.3%, equivalente a 70 millones de empleos a tiempo completo, en el segundo trimestre de 2020, con respecto al valor estimado previamente del 13.1%.
“En esta parte del mundo, los países de ingresos medianos bajos son los más afectados, con una repercusión desproporcionada en las mujeres que trabajan en sectores muy afectados por la crisis, en particular hotelería, alimentación, comercios al por mayor y al por menor, así como en los servicios inmobiliarios, empresariales, administrativos y productivos”, dice la OIT.
A América le sigue Europa y Asia Central con 13.9%, Oriente Medio con el 13.2% y África con el 12.1%. Los factores que determinan la pérdida de horas de trabajo varían sustancialmente en todos los países para los que se dispone de datos pertinentes, según el organismo.
Plantea que la gran mayoría de los trabajadores del mundo (93%) sigue viviendo en países con algún tipo de cierre de los lugares de trabajo, con las Américas experimentando las mayores restricciones.
El nuevo Observatorio de la OIT presenta tres escenarios para la recuperación en el segundo semestre de 2020: de base, pesimista y optimista. Señala que el resultado a largo plazo dependerá de la trayectoria futura de la pandemia y de las decisiones políticas de los gobiernos.
El modelo de base – el cual supone un repunte de la actividad económica en línea con las previsiones actuales, el levantamiento de las restricciones en el lugar de trabajo y la recuperación del consumo y de las inversiones – prevé una disminución en la pérdida de horas de trabajo de 4.9% (equivalente a 140 millones de empleos a tiempo completo) en relación al cuarto trimestre de 2019.
El escenario pesimista que plantea la OIT asume una segunda ola de la pandemia y el regreso de las restricciones, lo cual ralentizaría la recuperación de manera significativa. “Como consecuencia se produciría un descenso de las horas de trabajo de 11.9 por ciento (340 millones de empleos a tiempo completo)”, advierte.
El escenario optimista asume que las actividades de los trabajadores se reanudarán rápidamente, impulsando de manera significativa la demanda agregada y la creación de empleos. “Con esta recuperación excepcionalmente veloz, la pérdida de horas de trabajo disminuiría hasta 1.2 por ciento (34 millones de empleos a tiempo completo).
¿Qué pasa con las féminas?
El observatorio constata –además- que las trabajadoras han sido afectadas de manera desproporcionada por la pandemia, creando el riesgo de que algunos de los modestos progresos en materia de igualdad de género alcanzados en las últimas décadas se pierdan y que las desigualdades de género relacionadas con el trabajo se agudicen.
“El grave impacto de COVID-19 sobre las mujeres está relacionado con su sobre-representación en algunos de los sectores económicos más afectados por la crisis, tales como la hostelería, la restauración, el comercio y la industria manufacturera. A nivel mundial, casi 510 millones (40 por ciento) de todas las mujeres empleadas trabajan en los cuatro sectores más afectados, frente a 36,6 por ciento de hombres”, sostiene el informe de la OIT.
Y agrega: “Las mujeres también predominan en los sectores del trabajo doméstico, la asistencia sanitaria y los servicios sociales, donde corren mayores riesgos de perder su ingreso, de infección y de transmisión, y es menos probable que tengan protección social”.
Indica que la distribución desigual del trabajo de cuidado no remunerado antes de la pandemia también ha empeorado durante la crisis, exacerbada por el cierre de los colegios y de los servicios de cuidado.
Hay grandes retos
El informe de la OIT se ocupa de citar desafíos que tienen los países a futuro. El organismo asegura que “si bien los países han adoptado medidas políticas con una velocidad y un alcance sin precedentes, el observatorio destaca algunos de los desafíos que deben enfrentarse”.
Uno de ellos es el de proteger y promover las condiciones de los grupos vulnerables, desfavorecidos y más afectados para que los mercados de trabajo sean más justos y equitativos; encontrar el equilibrio y la secuencia adecuados entre las intervenciones sanitarias y económicas, y entre las intervenciones sociales y políticas con el objetivo de producir óptimos resultados sostenibles en el mercado de trabajo y garantizar la solidaridad y el apoyo internacional especialmente para los países emergentes y en desarrollo.
La OIT aconseja fortalecer el diálogo social y el respeto de los derechos, implementar y mantener intervenciones políticas a la escala necesaria, cuando es probable que los recursos sean cada vez más limitados.
“Las decisiones que adoptemos ahora repercutirán durante los próximos años y más allá de 2030. Si bien los países se encuentran en fases diversas de la pandemia y es mucho lo que se ha hecho, debemos redoblar nuestros esfuerzos si queremos salir de esta crisis mejor que cuando comenzó”, declaró Guy Ryder, director general de la OIT.
Para la próxima semana la OIT tiene previsto convocar a la Cumbre Mundial sobre la COVID-19 y el mundo del trabajo virtual de alto nivel. El organismo tiene la esperanza de que por vía de esa cumbre los gobiernos, los trabajadores y los empleadores aprovechen la oportunidad para presentar y escuchar ideas innovadoras, discutir las lecciones aprendidas y proponer planes concretos a fin de trabajar juntos y poner en práctica una recuperación con alto coeficiente de empleo, inclusiva, equitativa y sostenible.
En marzo de este año, cuando apenas el mundo estaba en el inicio de la pandemia por COVID-19, la OIT advertía que la crisis ya había repercutido ampliamente en el plano económico y en el mercado laboral, tanto en la oferta (producción de bienes y servicios) como en la demanda (consumo e inversión).
Indicaba que su incidencia adversa en la producción, que al principio solo afectó a Asia, se había ampliado a las cadenas de suministro de todo el mundo. “Todas las empresas, con independencia de su tamaño, deben afrontar graves problemas, en particular en los sectores de la aviación, el turismo y la hostelería, así como un grave riesgo de disminución de ingresos, aumento de la insolvencia y pérdida de puestos de trabajo en determinadas esferas”, advertía la OIT. Y no se equivocó. Tres meses después el mundo sigue confrontando serios problemas sanitarios que acabarán empujando a una crisis económica.
Lo que la OIT pronosticó en marzo se ha cumplido. Indicaba para entonces que el mantenimiento de la actividad empresarial sería especialmente difícil para las pequeñas y las medianas empresas –pymes- y así ha ocurrido.