Activista, que sufrió violencia sexual y doméstica, fundó un movimiento para despertar conciencia de este mal
El 26 de septiembre de 1999 una noticia conmocionó a todo Estados Unidos y gran parte del mundo. A pocas horas de presentarse ante el altar, en plena sesión fotográfica, la dominicana Gladys Ricart recibió tres disparos por parte su expareja que cegaron su vida en presencia de su familia.
Las imágenes de “la novia ensangrentada” captaron las portadas de medios internacionales que dieron seguimiento al caso hasta el último día del juicio contra el agresor Agustín García.
Josie Ashton, una joven dominicana residente en Estados Unidos, seguía cada detalle de este asesinato. Nunca conoció a Gladys, pero la trágica historia la tocó profundamente. Como ella, también sufrió violencia.
En entrevista para elCaribe, cuenta que en un retiro espiritual, iluminada por Dios, pudo entender que tenía una asignación especial. No podía desmayar. Un vestido blanco y la fuerza de un genuino sentimiento fueron suficientes para emprender su misión: recorrer calles y avenidas para despertar a víctimas de violencia doméstica ofreciéndoles acompañamiento y apoyo.
Cursaba el último semestre de la carrera de Criminología en la Universidad Internacional de la Florida, cuando, en 2001, encabezó su primera marcha “Vestida de Novia” en memoria de Gladys Ricart.
Fue el inicio de una gran lucha que lleva 22 años, que formaría su activismo en favor de mujeres víctimas de violencia. Iniciativa que trajo a la República Dominicana hace aproximadamente una década.
En la actualidad, Josie Ashton emprendió un amplio programa de marchas que comenzó en Atlanta Georgia, el pasado 1 junio, y culminará en Los Ángeles el 31 de diciembre. En esta etapa de su vida, se encuentra escribiendo su propio libro “Sanando a la Novia”, nombre que también lleva su movimiento.
“Yo me pongo el vestido y camino. Esto es algo (la violencia) que se mantiene con mucha vergüenza, la gente no quiere hablar de lo que está pasando a puertas cerradas, entonces lo importante es despertar conciencia”, expresa.
Josie ha consagrado 29 años de su vida a trabajar con víctimas de violencia sexual y doméstica y con niños huérfanos debido a los feminicidios y posterior suicidio de los victimarios.
Pero su causa no siempre fue entendida. No obstante, está convencida de que esta lucha, que según dice financia con sus propios recursos, está forjando una nueva cultura en torno a la violencia y a sus víctimas.
“Dios me ha dado esta misión. Mucha gente, familia y amistades me dicen pero qué es lo que tú estás haciendo, tú estás loca”, confiesa.
Pero pocos conocen de su pasado ni lo que la mueve a vestirse de novia y recorrer kilómetros de calles en nombre de tantas mujeres prisioneras de su agresor.
La terrible violación
A la edad de nueve años fue violada por un vecino cuando residía en Santo Domingo bajo la tutela de sus abuelos maternos. “Fue algo que no se discutió en la familia. Todo el mundo se quedó callado. Nadie fue preso, ni procesado. A mí nunca me llevaron a terapias”, revela.
“Yo perdí el control completo de mi cuerpo y mi dignidad”. Perpleja por lo que pasaba y de la pasividad ante el abuso recuerda que “a veces decía pero yo me inventé esta vaina, y qué fue”.
Al cumplir sus 11 años llega a Estados Unidos. No imaginaba lo que le esperaba: una madre adicta a las drogas y un padrastro que se complacía en agredirla. Este también la tocaba indebidamente.
“Entre 11 y 15 años hubo molestación sexual”, precisa. Al recordar las escenas de violencia contra su progenitora narra “aquí las paredes son como de cartón. Me acuerdo que las paredes vibraban. Ya a mis 15 años mami se dejó de esa persona y yo a los 17 conseguí a mi propio abusador”
Continúa su relato. “Fue en ese momento que tuve que decidir si voy a ser como mi mamá: una drogadicta viviendo con un abusador o tengo que salirme de esta”.
Una vida con propósito
Pero llega otro acontecimiento. La diferencia es que esta vez, el golpe emocional la acercaría a lo que hoy llama su misión, de la que dice terminó sanándole las heridas del alma.
Cuando cumplió 18 años, su mamá fue apresada. Situación por la que tuvo que ir a la corte. En este proceso se encontró con personas que la orientaron.
A sus 22 años ya trabajaba con la fiscalía en el condado de Miami-Dade, donde aprendió a romper el ciclo de la violencia. Allí empezó sus servicios como asesora de víctimas de violencia.
En su dilatada carrera, como empleada de la fiscalía y en coordinación con otras organizaciones, dice que entrenó a más de cinco mil personas, entre ellas víctimas de abusos incluso agentes policiales que intervienen en estos conflictos.
Sostuvo que parte de su trabajo consistía en asistir a la Academia de Policía. Asegura que ofreció capacitación en manejo de conflictos a más de mil agentes policiales.
Con mucho esfuerzo, Josie Ashton pudo graduarse en Criminología y hacer estudios superiores en salud mental. Su trabajo en favor de las mujeres es reconocido por autoridades y personalidades.
Dice que es necesario sanar para continuar
“Cuando nos juntamos en Washington Heights todos los años para hacer esta marcha, hablamos de un grupo de dominicanos que estamos en solidaridad, eso empodera a los sobrevivientes y echamos para adelante”, dice sobre el impacto emocional.
Además de crear conciencia desde la educación y la empatía, esta activista cree en la sanación del alma desde un enfoque espiritual. Las personas, como yo, que sobrevivimos y no sanamos, nos convertimos en abusadores o en víctimas perpetuas”, considera. Aunque sanar le tomó tiempo, hoy puede entender y acompañar a muchas mujeres que se sienten encerradas en un círculo de violencia.
El cambio
“Fue la educación la que transformó mi vida para yo no convertirme en otra abusadora o en una víctima perpetua”.