El desarrollo pleno de las personas solo es alcanzable cuando todos y todas tienen la capacidad de participar activamente en la toma de decisiones que influyen en sus vidas y en la agenda pública.
La democracia, entendida como un sistema de gobierno en el que la ciudadanía puede participar directamente o a través de representantes electos, es fundamental para garantizar este principio.
Sin embargo, la democracia no se reduce al simple acto de emitir un voto. Un gobierno democrático efectivo debe estar basado en los principios de igualdad, participación inclusiva, respeto por los derechos humanos y en el Estado de Derecho. Además, requiere de instituciones transparentes, responsables y que rindan cuentas, así como de un entorno en el que la ciudadanía pueda expresar sus opiniones libremente.
A nivel global, la democracia sigue siendo vista como un pilar de justicia e igualdad; de hecho, 9 de cada 10 personas apoyan este ideal inquebrantablemente. No obstante, la falta de efectividad en su implementación ha llevado a un aumento significativo en el apoyo a líderes que eluden las reglas democráticas.
Este fenómeno, donde la gente valora la democracia como ideal, pero percibe que los sistemas actuales no funcionan, es lo que el Informe de Desarrollo Humano Global del PNUD (2023/2024) denomina la “paradoja de la democracia”. Aunque el 29% de la población mundial vive en gobiernos democráticos, el 68% siente que tiene poca o ninguna influencia sobre las decisiones de sus gobiernos.
En América Latina y el Caribe, la democracia se consolida como un valor esencial no solo por su propio mérito, sino como una herramienta vital para reducir desigualdades y alcanzar el desarrollo humano sostenible. En esta región, la tendencia se contrapone a la ola global, con un aumento en los niveles de democracia, especialmente en los países más grandes. En 2023, América Latina y el Caribe se consolida como la tercera región más democrática del mundo.
A pesar de estos avances, la “paradoja de la democracia” es aún más pronunciada en nuestra región. La insatisfacción con los gobiernos ha aumentado, con solo 1 de cada 10 personas respaldando la democracia y el 70% de las mujeres desaprobando su funcionamiento.
Un problema añadido es la creciente polarización política, que reduce el terreno común y dificulta el diálogo constructivo. Esta polarización tiene graves consecuencias, como el aumento de la inseguridad percibida, amenazas a la diversidad y una disminución del espacio para la acción colectiva, obstaculizando la respuesta a crisis como las sanitarias, los conflictos violentos y el cambio climático.
Desde principios de la década de 2000, la región de América Latina y el Caribe se situaba por debajo del promedio mundial en polarización política. Sin embargo, desde 2015, estos niveles han crecido tan rápidamente que hoy es una de las regiones más polarizadas del mundo.
En 2013, 8 de cada 10 latinoamericanos opinaban que, a pesar de sus problemas, la democracia era el mejor sistema de gobierno, pero para 2020, esta proporción se redujo a solo 6 de cada 10. Esta reducción podría atribuirse al hecho de que la consolidación de derechos políticos no ha impactado en la reducción de los altos niveles de pobreza y desigualdad en la región.
En el caso de la República Dominicana, el país se encuentra entre las naciones cuya democracia ha mostrado avances, pasando de una puntuación de 6.39 en el 2022 a 6.44 en 2023.
A pesar de esto, la encuesta de Cultura Democrática 2022-2023, publicada por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD), indica que alrededor del 64% de la población se muestra poco o nada satisfecha con el funcionamiento de la democracia dominicana.
Ante este panorama, es crucial reconocer y aplaudir los esfuerzos del gobierno dominicano por establecer un monitoreo de los estándares de calidad establecidos en la Estrategia Nacional de Desarrollo y generar indicadores centrados en las personas.
Además, es fundamental resaltar que el gobierno reconoce que “las posibilidades de enfrentar de forma efectiva la pobreza y la desigualdad dependen en gran medida de la cultura democrática y la relación Estado-ciudadanía”.
Este mensaje está alineado con nuestro último Informe de Desarrollo Humano global, que recomienda intensificar los esfuerzos para superar la polarización política, el populismo y la desconfianza como elementos clave para “salir del bloqueo” y enfrentar la desigualdad y los complejos retos del desarrollo humano.
Desde el PNUD, como agencia de desarrollo de la ONU, acompañamos a los Estados miembros poniendo a su disposición nuestra red de conocimiento y alianzas en más de 170 países, con el objetivo de: fortalecer las instituciones democráticas, incluidos parlamentos, sistemas judiciales y organismos electorales; proporcionar asistencia electoral; proteger y promover los derechos humanos y el acceso a la justicia; impulsar la participación política de las mujeres; fomentar un espacio público abierto e inclusivo que promueva la participación ciudadana; apoyar a los países en la provisión de servicios públicos receptivos, ágiles e inclusivos; enfrentar los desafíos de la desinformación y la información errónea, entre otros.
Hoy, Día Internacional de la Democracia, es el momento de reflexionar sobre el significado de la democracia para el desarrollo humano sostenible. En un año en el que 3.700 millones de personas de diversos países del mundo están llamadas a las urnas, votar es solo el primer paso.
Para que la democracia funcione, necesitamos sistemas de gobernanza inclusivos que aseguren que cada voz sea escuchada y que los gobernantes rindan cuentas.
Los sistemas de gobernanza robustos, abiertos e inclusivos son esenciales para enfrentar crisis globales como el cambio climático y la pobreza. Promueven la paz al prevenir tensiones sociales, protegiendo derechos civiles esenciales y facilitando el progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La democracia, en su esencia, es un pacto social basado en la participación y el respeto mutuo. Invertir en una gobernanza democrática sólida y en la inclusión es nuestra mejor esperanza para enfrentar los desafíos complejos del desarrollo y garantizar un futuro próspero para todos y todas, donde nadie se quede atrás.