Así la describía su papá. “Mi hija era una muchacha ejemplar, un excelente ser humano que siempre era amorosa y servicial con su familia, que se sacaba un pan de la boca con tal de que otro comiera”, expresó Zacarías a los medios de comunicación, al recordar a Anny Montero Montero, su única hija. Estamos hablando sobre la tragedia que capturó la atención del país, cuando el pasado viernes 20 de julio, se encontró muerta en un baño de su lugar de trabajo, a la sargento mayor de la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte (Digesett). Hasta el momento existen investigaciones abiertas y un sinnúmero de dudas, así que basaremos este artículo sobre las declaraciones de la familia de Anny, de 33 años y licenciada en psicología, quienes la conocían mejor que usted y que yo.
Melkin, un hermano que vivía con ella y la pasaba a recoger al trabajo todos los días, expresó que recientemente su hermana le había comentado sobre algunas preocupaciones que, supuestamente, la agobiaban. “Ella me dijo que había cometido un error grave con el jefe suyo. Él parece que quería salir con ella, pero mi hermana se le negó, y él de una forma u otra la estaba manipulando para eso”, comentó a los medios. Las indagaciones oficiales continúan, pero quizás sea un oportuno momento para hablarles a las demás mujeres que, quizás como Anny, sienten un agobio y una presión similar.
Extorsionar a una mujer, bajo la amenaza de difundir videos o fotografías íntimas suyas, es punible por ley. Si esa extorsión fuese instrumentada para coaccionarla sexualmente a hacer cosas en contra de su voluntad, eso tipificaría como violación. Entre los sucesos que rodean la muerte de Anny, se han mencionado varios delitos sancionables y es importante que recordemos que la ley contempla penalidades contra la violencia psicológica (art. 309-1), el acoso sexual (art. 333-2) y la extorsión (art. 400) dentro del Código Penal. También contempla el acoso laboral (art. 96) dentro del Código Laboral.
Quizás usted lo sabía, pero una gran cantidad de mujeres y adolescentes en nuestro país no. A cada una de ellas, yo quisiera preguntarles: ¿quién tiene tu video?, ¿quién te está extorsionando? En este país hay instituciones que pueden ayudarte. Si la extorsión o el acoso vienen de tu jefe y trabajas en el sector público, en la Dirección General de Ética e Integridad Gubernamental tienes una mano amiga que puede ayudarte y su teléfono es 809-685-7135. Aparte de esa circunstancia, la Procuraduría de la República tiene la Línea Vida (809-200-1202), y el Ministerio de la Mujer cuenta con la Línea de Emergencia (809-689-7212 y 809-200-7212). Hasta la fecha, ambas instituciones tienen potestad de apoderarse legalmente de tu caso y de ofrecerte apoyo psicológico. Las tres instituciones ofrecen un servicio gratuito, profesional y confidencial. Llama, por favor, aunque sea sólo para preguntar.
Muchas mujeres conocen de estos servicios, pero desconfían o dudan de que puedan ayudarlas. Esa desconfianza es legítima y esas dudas son válidas, porque conocemos nuestras deficiencias institucionales. No basta decir “hay líneas de emergencia”. Para que el sistema funcione, debe ser financiado y le corresponde a cada institución distribuir sus recursos para que sus servicios de atención den abasto y no se explote a quienes realizan una labor encomiable. No obstante esos problemas estructurales, es importante que las mujeres sepan que cuentan con opciones que pueden utilizar, si ellas así lo deciden.
Lo que haya sucedido en aquel baño no fue ni el principio ni el final del infortunio. Partiendo de las declaraciones de familiares, no sabemos cuánto tiempo Anny vivió mortificada, con miedo de que supuestas grabaciones íntimas suyas fuesen reveladas. Tampoco sabemos si esa familia, que hoy llora dos pérdidas, al añadirse a su dolor la muerte repentina de Minerva, la mamá de Anny, podrá recuperarse de tan duros golpes. Minerva falleció el miércoles 1ro. de agosto al sufrir tres ataques cardíacos sucesivos, luego de perder a su hija. Anny era la única hembra de siete hermanos, en una familia oriunda de San Juan de la Maguana. A su vez, ella era mamá de un niño de siete años. Hoy esa familia se ha quedado sin mujeres: una alerta urgente a toda la sociedad dominicana sobre las consecuencias fatídicas del machismo.
Sí, machismo. Una cultura machista es la que fomenta que, como expresó uno de los hermanos de Anny, su presunto extorsionador supuestamente compartiera videos explícitos de ella, sin su consentimiento, entre sus amigos y la chantajeara con compartirlos en las redes sociales. Este escenario no constituiría un caso aislado. Al contrario, sería bastante común.
Por lo tanto, este representa un momento oportuno para que los hombres lideren las conversaciones entre sus círculos sociales sobre el daño, a veces irreversible, que causa la extorsión sexual contra las mujeres. Hablen con sus amigos, familiares, colegas de trabajo, hermanos en la feligresía, en los colmados y en las barberías. Hablen sobre el tema con los compañeros de partidos políticos. En vez de celebrar que su compadre les quiera mostrar la foto o compartir el video de la exnovia desnuda, pregúntenle si él sabe que eso es ilegal y pregúntenle también si ha considerado lo que esta invasión a su privacidad implica para ella. Estas conversaciones entre hombres son difíciles, pero pueden salvar vidas.
El niño de Anny pronto será un pre-adolescente. Es natural que, eventualmente, el buscará en el internet quién fue su mamá. Nadie merece que fotografías de familiares fallecidas/os sean diseminadas para satisfacer el morbo público. Conociendo el supuesto contexto de este caso, la publicación de este tipo de fotografías representa una crueldad. Las instituciones que, en vida, no pudieron proteger el derecho constitucional de Anny a la intimidad y la dignidad, por lo menos deberían asegurarse de que su hijo no sea expuesto a tan viles bajezas.
Esto no ha terminado. La familia quiere justicia. ¿Qué es justicia en una situación como esta? Para Kelvin, otro de los hermanos de Anny e hijo de Minerva, justicia es que el crimen contra su hermana (e, indirectamente, contra su mamá) no quede impune. “Al jefe de la Policía le estamos pidiendo, por favor, que haga su trabajo, que hay un delincuente ahí afuera”, expresó. ¿Cuál crimen? Los medios de comunicación afirman que la sargento mayor se suicidó. Pero, de ser cierto, ¿hubiese ella cometido el hecho si no estuviese, presuntamente, sometida a un chantaje exasperante respecto a su intimidad? ¿Cuántas mujeres pierde el país por “suicidios” que son provocados por ese patriarcado nuestro, tan nauseabundo y desalmado? ¿Quién lleva la cuenta de esas muertas? Autoinfligida o perpetrada, la muerte de Anny representa un feminicidio y cuando cierre el año, quisiera pedir que las estadísticas oficiales las incluyan tanto a ella como a Minerva.
Una madre pierde a su hija y esa familia las pierde a las dos, produciendo un cuadro de dolor inconmensurable. Desbarata el alma que no se pudiera intervenir a tiempo para salvarlas. Quizás Anny decidió apagar su propia luz. Quizás se la apagaron. En tal presunto contexto, ¿quién aguanta esa angustia y por cuánto tiempo? Sea cual sea la realidad de los hechos, Anny no es la primera mujer abatida, física o psicológicamente, que la República Dominicana pierde en un barullo mórbido de supuestas imágenes salaces, abusos de poder, vergüenza, desesperanza y misoginia. La pregunta es, ¿qué vamos a hacer para que sea la última?