Santo Domingo.- La historia de Guillermo Rivera es un vivo ejemplo de perseverancia, y de creer que la educación es el mejor camino para los chicos como él, que crecen en sectores no tan privilegiados. A través de su trabajo como director asociado de Admisiones en The City College of New York, procura orientar a los jóvenes de Washington Heights y el Bronx por los caminos que ya él mismo ha transitado.
Guillermo cuenta que aprendió de su familia el significado de la perseverancia. “Mi papá era una persona bien persistente. Yo lo vi con poco y lo vi con mucho, pero nunca con cara de enojo”. Su infancia transcurre en Puerto Plata y en 1993 parte a Estados Unidos a vivir con su madre, con la idea clara de progresar a través de los estudios. Se inscribió en la escuela Roosevelt High School, que en esa época era la tercera peor de la ciudad. “De 500 estudiantes que se graduaron conmigo en 1996, apenas 30 fuimos a la universidad. Muchos están muertos o deportados.”
“En 1998 tomé por primera vez el examen de admisión para ingresar a City College, y reprobé en la sección de lectura porque había llegado aquí con un inglés muy básico”. Y es ahí donde la perseverancia y disciplina que había aprendido de su familia toman control de esta historia. “Entre 1998 y el año 2000, tomé el examen de admisión de City College 12 veces! Ya las personas que impartían el examen me conocían, me saludaban por mi nombre y me alentaban a seguir intentándolo.” Cuenta entre risas que no le daba vergüenza. “En una ocasión, había una pregunta pidiéndome que ilustrara la respuesta, y como yo entendía que ilustrar significaba hacer un dibujo, eso fue lo que hice”.
Durante su época de estudios, Guillermo trabajaba de 3:00 pm a 12:00 am entre una tienda y un McDonald’s. Una mañana descubrió en la universidad un anuncio laboral que cambiaría su vida y empezó a involucrarse en lo que se convertiría en su pasión: ayudar a los jóvenes de la comunidad a ingresar a City College, como una vía de impactar y transformar el entorno que le había acogido.
“Le digo a los muchachos de Washington Heights que si me ven en la guagua, no tengan miedo de decir: -señor usted fue a mi escuela, yo tengo una pregunta- porque yo me voy a sentar en la acera a explicarte otra vez”. Es así como a través de programas como Students of Promise, Guillermo ha comprobado que el historial académico de los estudiantes de su comunidad es un mejor indicador de éxito universitario que la puntuación en las pruebas SAT, logrando así pasar de un 10% a un 30% la admisión de estudiantes de la comunidad.
Otra iniciativa que Guillermo ha ayudado a impulsar es el programa President’s Community Scholarship. Partiendo de que los hispanos somos una comunidad que le gusta el sensacionalismo, se le ocurrió la idea de utilizar la graduación y otros eventos en las escuelas, donde asisten los padres y otros miembros de la comunidad, para entregar los cheques de los estudiantes becados por la universidad. “Yo llegaba a los eventos, el director me presentaba, y yo decía: -Vengo de parte de City College a entregar estos 20 mil dólares a 4 estudiantes de esta institución-. Las madres y abuelitas lloraban de la alegría, pero lo más importante es que eso motivaba a los otros estudiantes a preguntarse si podían ser ellos quienes recibieran ese dinero”.
“A veces, nos reunimos en el barrio los amigos que hace 20 años estudiábamos juntos en la biblioteca de la universidad. Algunos ingenieros, sargentos de la policía; y eso es lo que yo quiero, ver en 20 años a un grupo de estos jóvenes volver a reunirse como profesionales realizados”. Por eso siempre participa en el acto de graduación de la universidad. “Yo ver a un estudiante con un diploma es mayor compensación que mi cheque. Verlos graduarse es lo que me brinda la energía para continuar con la misión al día siguiente. La universidad no te hace rico. Te hace sabio, te hace ágil, te hace pensador. Para mí, fue como un gimnasio mental.”
La historia de Guillermo Rivera es como un círculo que se completa. Ahora es él quién dirige las reuniones junto a esas mismas personas que tanto lo impulsaron a seguir tomando el examen de admisión. Ahora es él quién se sienta del otro lado del auditorio para convencer a otros de que la perseverancia y la educación son llaves que llevan al éxito. Aunque siente que aún le queda algo pendiente: “ir a Santo Domingo a crear una beca con el nombre de mi padre”. No nos cabe la menor duda de que aferrado a su perseverancia, es una meta que también alcanzará.