En el Centro de Intervención Conductual para Hombres del Distrito Nacional atienden cada año unos 3,000 agresores o varones con conductas violentas
¿Cómo somos? ¿Cómo debemos ser? Preguntas que atraviesan las reflexiones de hombres que acuden a encuentros, grupos de apoyo, terapias o talleres en los que se cuestiona la masculinidad tradicional, basada en la dominación y control de las mujeres, y se plantean nuevas masculinidades que favorezcan relaciones de igualdad entre todas y todos, y contribuyan a erradicar la violencia de género, incluyendo su expresión más extrema, el feminicidio. En 2019, al menos 85 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o exparejas en la República Dominicana, según datos de la Procuraduría General de la República.
Para prevenir la violencia y especialmente el feminicidio, desde hace al menos 30 años existen iniciativas formales, con mayor o menor éxito, tanto en el Gobierno como en las organizaciones sociales, que ofrecen información, educación, atención sicológica, legal y sistemas de protección para las mujeres. Pero hace solo unos 12 años que iniciaron, de forma muy lenta y tímida, iniciativas de educación, atención psicológica y espacios de reflexión para que los hombres cuestionen sus sistemas de creencias y actitudes.
“Nos abrimos paso en un entramado de prejuicios”, explica Luis Vergés, director del Centro de Intervención Conductual para Hombres del Distrito Nacional, que funciona desde 2008. En la actualidad la institución recibe unos 3,000 hombres al año. La mitad de estos hombres son enviados por jueces que los obligan a participar en terapias y procesos educativos como parte de su condena por ejercer algún tipo de violencia. Los demás llegan referidos por fiscales que les convencen de acudir al centro luego de incidentes que por algún motivo no fueron judicializados, o por sugerencias de parejas que les dieron un ultimátum para que cambien o terminen la relación. Muy pocos hombres llegan por sí mismos, sin presión externa.
“La mayor parte de las veces ellos no entienden que tienen problemas, asumen que lo que hacen es por culpa de otro, sobre todo de la mujer. La frase favorita es ‘si tú no hubieras hecho, yo no hacía’”, explica Vergés.
Pero hay problemas que no están en la cultura ni en las decisiones individuales, sino en las limitaciones del Estado para atender la demanda de terapias y procesos educativos. En el centro del Distrito Nacional hay doce psicólogos que no dan abasto para atender a los usuarios. Las listas de espera pueden llegar a los 250 hombres, confirma Vergés. Aunque para él, en cierta forma, las listas de espera son sinónimo de éxito, pues jueces, fiscales y una parte de la población ya comprende la utilidad del centro. “Al principio cuando comenzamos decíamos ‘bueno, cuando van a llegar…’”, comenta. En el país solo hay otros dos centros para hombres, se encuentran en Santiago y San Juan.
El psicólogo asegura que el 90 % de los hombres que recibe atención en el Distrito Nacional no vuelve a cometer violencia contra las mujeres. Pero, llegar hasta ahí ha sido una curva de aprendizaje en la validación de procesos científicos en un campo relativamente nuevo en el país y en América Latina: la atención a hombres violentos.
“Las cosas avanzaron, porque una de las debilidades de estos programas, era que tenían un formato sin una validación científica clara, se les orientaba de la parte de género, de derechos fundamentales. Nos dimos cuenta de que era necesario, pero no era suficiente, porque hay hombres que también tienen conflictos psicológicos”, enfatiza. A partir de reflexiones académicas y estudios con hombres dominicanos se mejoraron los procesos de intervención, explica el experto.
Una cultura y un sistema social violentos
Según el estudio Masculinidades y Violencia de Género en zonas rurales y urbano-marginales de cuatro provincias del país: “Muchos hombres vivieron en su niñez la violencia de sus padres/padrastros contra sus madres, en familias nucleares, algunas veces en forma traumática”. La investigación, en la que se analizan historias de vida y sistemas de creencias de hombres de diferentes edades y clases sociales, se realizó en Santiago, San Francisco de Macorís, San Cristóbal y el Gran Santo Domingo. Fue realizada por la antropóloga Tahira Vargas y publicada por Profamilia.
De acuerdo con el estudio, esos patrones luego son reforzados en otros espacios de socialización como las escuelas, las iglesias y los partidos. Y aunque no todos los hombres ejercen violencia, buena parte de ellos tienen un sistema de creencias que la justifica y la enseña a la siguiente generación, al considerar que las mujeres no pueden gozar de los mismos derechos que los varones, son menos capaces o deben obedecerles, es decir, piensan que son inferiores, de acuerdo con las explicaciones de los expertos Fernando de la Rosa, de Profamilia y Luis Vergés.
Ante ese panorama, ¿cómo integrar a los hombres que crecieron en situaciones violentas o aprendieron desde niños que son superiores a las mujeres a las iniciativas para erradicar la violencia y promover la igualdad? Los estudios de nuevas masculinidades o masculinidades positivas, además de cuestionar los rasgos opresivos de la masculinidad tradicional, ponen en evidencia que siempre han existido diferentes modelos de hombres en medio de la cultura dominante. Rescata modelos sensibles, solidarios, empáticos y que promueven la igualdad, explica el técnico de masculinidades del Ministerio de la Mujer, Carlos Campillo Chalas.
Iniciativas
De 2017 a la fecha al menos 28 mil hombres han acudido a charlas, talleres y otras actividades formativas en las que se aborda el tema de las masculinidades y las relaciones no violentas, impulsadas por el Ministerio de la Mujer. “Una de las experiencias más interesantes fue con militares en San Juan y en Barahona, hubo un ejercicio donde ellos expresaban con marcadores los sentimientos que tenían, y la cantidad de mensajes lindos de esos militares, dibujando corazones y abriéndose sobre el tema del cuidado a su pareja, la responsabilidad, del tema de la violencia, y reflexionar sobre eso, fue una experiencia genial”, explica el experto, aunque admite que es necesario medir el impacto de estas formaciones a largo plazo.
Una estrategia importante para romper con las alianzas nocivas de las masculinidades tradicionales o hegemónicas es crear grupos de apoyo entre hombres -como los han tenido tradicionalmente las mujeres – para compartir sentimientos, y hablar de sus masculinidades y cómo las viven. Campillo explica que ya existen experiencias de ese tipo en algunos países como Costa Rica.
En la República Dominicana hay proyectos piloto como el de “Promoción y Desarrollo de Nuevas Masculinidades”, implementado por Profamilia en Los Alcarrizos. En este se forman grupos de reflexión con adolescentes de entre 12 y 18 años para prevenir la violencia machista y mejorar la educación sobre sexual y reproductiva de los varones.
De la Rosa señala cómo el machismo y la arraigada creencia entre los hombres de que no necesitan cuidarse, pone en riesgo su salud y la de sus parejas. Resalta que desde la década de 1960 se han realizado proyectos para promover la salud sexual y reproductiva masculina que han fracasado o no han tenido el éxito esperado, en parte, por los prejuicios de los hombres para acudir a las consultas.
“Nuestra primera experiencia fue la promoción de la participación del hombre en los programas de planificación familiar, con escaso éxito porque comenzamos en la década de los ‘60, para los hombres la planificación familiar era un atentado a la dignidad y al pudor. Sin embargo, logramos que algunos elementos de la salud reproductiva, como la prevención de ITS (infecciones de transmisión sexual) y el uso de métodos para hombres se empezara a entronizar, con determinados éxitos. Posteriormente pensamos establecer servicios para hombres en los programas de salud, cuando eso no tuvo el éxito que esperábamos, porque ellos sentían que estar con las mujeres ahí no era cosa de hombres, decidimos hacerlo por separado, y creamos una clínica para el hombre, ese proyecto fracasó, los hombres no acudían a los servicios…”, explica el especialista en género.
De la Rosa cuenta que en la actualidad los hombres jóvenes acuden más a la consulta, pero todavía hay resistencias importantes. “Este año hemos atendido 90,000 hombres, una cantidad importante, si nos atenemos a lo que es Profamilia, una organización civil, privada, pero cuando investigamos quiénes llevaron a estos hombres a los servicios, fueron las mujeres: las mamás, las tías, las hermanas. Muchos de ellos con condiciones (de salud sexual) avanzadas. Está bien que sus familias los llevan a los servicios, pero es importante que esto salga de un reconocimiento de que ´yo como ser humano necesito cuidar mi salud, ir al médico, lo que hacen las mujeres´”, enfatiza.
De su lado, Seth James Rodríguez, un joven de 18 años de Los Alcarrizos, promotor de nuevas masculinidades en su sector, como parte del proyecto de Profamilia, reflexiona sobre las situaciones de violencia contra las mujeres que ve cada día en su barrio, como el abuso físico y el acoso callejero.
“Me he puesto a analizar… y qué tal si la sociedad comienza a cambiar y los hombres ya no tenemos que levantar el puño, y si no tenemos la razón, aprendemos a equivocarnos. Opino que la mejor forma, siempre, de hacer que una sociedad cambie es a través de la educación y sin la educación no se puede nada. Es la punta de lanza”, concluye.
Arte y organización social comunitaria contra la masculinidad hegemónica
En su estudio sobre nuevas masculinidades, la investigadora Tahira Vargas resalta que el arte y los espacios de organización juvenil son fundamentales para que se reflexione sobre la masculinidad tóxica: “La población joven, adulta y adolescente heterosexual que ofrece en todo el estudio un contrapeso a la masculinidad hegemónica, es aquella que es artista o tiene vínculos con distintas disciplinas artísticas o ha formado parte de procesos educativos y organizativos con ONG y organizaciones juveniles comunitarias”.
Comportamientos violentos
Se estima que cada hombre que llega al Centro de Intervención Conductual para Hombres del Distrito por conductas violentas ha abusado de al menos a tres mujeres, explica el sicólogo Luis Vergés.
El 60 % de las relaciones de pareja de hombres que acuden al centro del Distrito Nacional por conductas violentas no son salvables, se desintegran. No se recomienda hacer acuerdos con agresores ni que las mujeres traten de “salvar” las relaciones. El objetivo principal de la terapia es que los hombres cuestionen su sistema de creencias sobre la masculinidad y dejen de ejercer violencia en sus relaciones con las mujeres. Pero, en el 40 % de las ocasiones, especialmente cuando no ha habido violencias graves, las parejas pueden continuar.