Con Zygmunt Bauman se termina la visión líquida de la modernidad en esta serie de artículos, y aparece la interrogante sobre la cuestión de la nueva sociedad, la sociedad de la Educación del Deseo, de lo que aspiramos, de lo que soñamos, de lo único que se comparte con la visión de Patria: lo que amamos.
René Descartes (31-03-1596, 11-02-1650) fue el primero en definir el deseo asociado a la educación, afirmando que es la “agitación del alma causada por los espíritus que la disponen a las cosas que ella representa como conveniente”.
Esa conveniencia existirá cuando educación y cultura formen un entramado con influencias recíprocas, construyendo la estética del pensamiento. A propósito, ¿Por qué se creó un Ministerio de Cultura separado del de Educación?
La Educación del Deseo debe crear una tendencia de pensamiento que proporcione alegría y esperanzas, diferenciando el ocio del negocio, trazando la línea entre saborear la existencia y llenar la vida de responsabilidades en la búsqueda de bienestar renunciando al ahora.
Rosa Cobo Martínez retoma la Educación Para la Libertad, volviendo a Paulo Freire, haciendo un paralelismo de ésta con la Educación del Deseo, pero obvia la práctica, y si lo asumimos así, entonces se infiere que ella se resigna a aceptar que la sociedad líquida de los millenials, no valida referencias conceptuales de los migrantes digitales. Si damos razón a Cobo Martínez y admitimos sus postulados como hechos ciertos, entonces estaríamos asistiendo a una desconexión histórica de dimensiones incalculables, poniendo en peligro a la Escuela de los Anales, a los pensadores sociales y a los legados de Lucien Febvre y Marc Bloch, solo por citar un caso.