Santo Domingo.-Una agresión de Estados Unidos en contra de Nicaragua fue el aprobar la “Ley Nica Act” en la Cámara de Representantes, “medida de guerra económica y bloqueo financiero”.
Así lo consideró Miguel Mejía, secretario general del Movimiento Izquierda Unida (MIU), en rechazo a la aprobación de referida ley y consideró que la decisión de la Cámara de Diputados es una ola contrarrevolucionaria del gobierno de Donald Trump, en busca revertir los cambios experimentados en Nicaragua.
Mediante un comunicado, Mejía deploró que “ni más ni menos que es una desvergonzada medida de bloqueo financiero al estilo del implementado hace más de medio siglo contra Cuba, y más recientemente contra Venezuela”.
El secretario general del MIU indicó que “es la actitud de los Estados Unidos que pretende hacer retroceder a los pueblos de América Latina y el Caribe a la era Reagan y al neoliberalismo y la sujeción feroces”.
“No hay nada nuevo, tampoco se trata de una política desconocida para América Latina y el Caribe, se inserta en la ola de agresiones y chanchullos yanquis que intenta recuperar el terreno perdido en la región y restaurar el viejo orden con gobiernos enucos de derecha”, explicó en dirigente del MIU, y reveló que la ley fue presentada por la congresista de origen cubano Ileana Ross-Lethinen, que la identifica como miembro de la más fanática y desprestigiada ala de la contrarrevolución cubana, destinada a impedir el acceso de Nicaragua a créditos otorgados por entidades financieras internacionales.
Manifestó que así lo evidencian los más recientes sucesos en la “guerra sucia” contra Venezuela y el retroceso del proceso de normalización diplomática con Cuba, así como los golpes de Estado blandos contra Manuel Zelaya, en Honduras; Vilma Rousseff, en Brasil y Fernando Lugo, en Paraguay, “los que se unen a las maniobras para impedir el retorno a la vida política y la participación en futuras elecciones de los ex presidentes Cristina Kirchner, de Argentina; Rafael Correa, de Ecuador, y Luis Inácio Lula da Silva, en Brasil”.
A continuación el comunicado íntegro del MIU:
LA NICA ACT, REPUDIABLE FORMA DE INTERVENCIÓN NORTEAMERICANA EN NICARAGUA.
“Si algo ha quedado demostrado en los últimos tiempos es que el imperialismo norteamericano ni aprende de sus errores históricos, ni perdona a los pueblos que han osado ser libres y soberanos, persiguiéndoles con su odio infinito y su sed de venganza”. Miguel Mejía, secretario general.
Santo Domingo, R.D. Así lo evidencian los más recientes sucesos en la guerra sucia contra Venezuela y el retroceso del proceso de normalización diplomática con Cuba, así como los golpes blandos contra Manuel Zelaya, en Honduras; Vilma Rousseff, en Brasil y Fernando Lugo, en Paraguay, los que se unen a las maniobras arteras para impedir el retorno a la vida política y la participación en futuras elecciones de los ex presidentes Cristina Kirchner, de Argentina; Rafael Correa, de Ecuador, y Luis Inácio Lula da Silva, en Brasil.
Forman parte de este entramado de factura norteamericana el acoso y la judicialización de la política contra los vice presidentes de Ecuador, Jorge Glass, y Raúl Sendic Rodríguez, en Uruguay, y también las presiones contra Evo Morales, presidente de Bolivia, y la campaña de descrédito contra Andrés López Obrador, candidato presidencial de México.
En épocas no lejanas, estas políticas imperialistas eran aún más descarnadas. Recordemos los golpes de Estado contra Salvador Allende, en 1973, en Chile; Juan Bosch, en 1963, en República Dominicana, y contra el propio Hugo Chávez, en Venezuela, en el 2002. Tampoco olvidemos las intervenciones militares directas, como en Playa Girón, Cuba, en 1961; la de República Dominicana, en 1965; la de Granada, en 1983, y la de Panamá, en 1989.
Vale la pena también recordar los intentos de asesinato contra Fidel Castro, Hugo Chávez, Rafael Correa; las extrañas enfermedades repentinas sufridas por los principales líderes revolucionarios de la región, y las sospechosas muertes de líderes revolucionarios o progresistas como Maurice Bishop, Omar Torrijos y Jaime Roldós.
En el caso de Nicaragua sandinista, la cadena de agresiones es de larga data y comienza con las invasiones yanquis de 1853, 1854,1894 y 1926, esta última coronada con el asesinato del general Augusto César Sandino. Derrotada en 1979 la dictadura de Somoza, aupada y sostenida por los Estados Unidos, comenzó una mortífera guerra sucia contra el gobierno sandinista y el pueblo nicaragüense, que logró su desgaste y derrota electoral en 1990, tras causar más de 30, 000 muertos. En las elecciones del 2007 los sandinistas regresaron al poder, manteniéndose en sucesivas elecciones hasta el presente, protagonizando un proceso de cambios encaminados al desarrollo del país y al triunfo de la justicia social.
La hostilidad y el rencor del imperialismo y la oligarquía nicaragüense derrotadas no han cejado, desde entonces, en su pretensión de derrocar el gobierno sandinista y revertir los cambios experimentados en el país. Asistimos ahora, con la aprobación en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos de la llamada Nica Act, al acto final de la ola contrarrevolucionaria liderada por el gobierno de Donald Trump, que pretende hacer retroceder a los pueblos de América Latina y el Caribe a la era Reagan, de triste recordación, y al neoliberalismo y la sujeción feroces.
Presentada por la congresista de origen cubano Ileana Ross-Lethinen miembro de la más fanática y desprestigiada ala de la contrarrevolución cubana, se trata de una ley destinada a impedir el acceso de Nicaragua a créditos otorgados por entidades financieras internacionales de carácter multilateral, a través del veto obligatorio del gobierno norteamericano. Ni más ni menos que una desvergonzada medida de guerra económica y bloqueo financiero al estilo del implementado hace más de medio siglo contra Cuba, y más recientemente, contra Venezuela.
Según sus promotores, se trata de que el gobierno de Daniel Ortega acceda a la injerencia extranjera en su país y, bajo presión y chantaje, convoque “elecciones libres”, desconociendo la que se acaba de realizar, donde el presidente resultó electo con el 75,2% de los votos de su pueblo, y bajo observación y certificación internacional.
No hay aquí nada nuevo. Tampoco se trata de una política desconocida para América Latina y el Caribe. Se inserta en la ola de agresiones y chanchullos yanquis que intenta recuperar el terreno perdido en la región y restaurar el viejo orden con gobiernos eunucos de derecha. Se equivocan de época y de país.
Fogueados en décadas de lucha, los sandinistas junto a su pueblo y la solidaridad internacional, propinarán aquí una nueva derrota al imperio y sus lacayos. El pueblo dominicano y sus fuerzas revolucionarias, progresistas y democráticas se alistan a esta nueva fase de lucha junto a sus hermanos nicaragüenses, en la seguridad de que estos intentos, como Somoza, y como la contra al servicio del yugo yanqui, morderán una vez más el polvo de la derrota.