Cuando elegimos una vivienda, cuando optamos por quedarnos en casa en vez de salir, cuando montamos un taller en vez de un gimnasio…, tratamos de utilizar nuestros recursos de la mejor manera. Para ello comparamos lo que nos cuestan las diferentes opciones. Y el sistema de precios nos facilita la comparación.
En una sociedad libre, cada cual se ocupa de los precios que le conciernen: de las vacas y la hierba que comen, si se es lechero; de los distintos tipos de automóviles, si se es fabricante.
Si ocurre un incendio, el precio de la hierba sube, informando que el incendio provocó escasez. Y si un fabricante diseña un automóvil megaeconómico, a los otros no les quedará más remedio que bajar sus precios, o declararse en quiebra. La disminución de los precios informa al mundo que hubo un avance tecnológico.
Los precios son pues portadores de noticias que llegan del mundo real, y no imposiciones medalaganarias y arbitrarias. Los diamantes, por ejemplo, son caros, no porque a alguien se le ocurrió ponerles un precio alto, sino porque conseguirlos es difícil y costoso. Si un gobierno decretara: “diamantes gratuitos para todas las mujeres”, los diamantes seguirían siendo escasos y no alcanzarían para tantas. Entonces se caerían a trompones en las filas o comprarían “a escondidas”.
Mucha gente no entiende esta dinámica.
No la entendieron tampoco los líderes soviéticos, cuando pretendieron controlar todas las actividades económicas e imponer los precios de todo. Como suprimieron la capacidad de los precios para informar, necesitaron un ejército de burócratas para hacer el trabajo. Por más papeles que llenaron, no fueron capaces de lograr lo que pueden lograr millones de individuos, ocupándose únicamente de los precios que les afectan e interactuando libremente.
Todo aquello resultó en un penoso desabastecimiento. Tanto así que, después de ver por primera vez en su vida un supermercado en América, Yeltsin regresó a Rusia deprimido. Y convencido de que todo lo que le habían enseñado en su país sobre el manejo de la economía era mentira.