Las críticas a las pruebas PISA se han multiplicado en todo el mundo, reconocidos grupo de intelectuales de diversas universidades, gran parte de ellas norteamericanas e inglesas, (Keith Baker y Diane Ravitch) han convenido en los siguientes puntos:
1. El negativo papel de las pruebas estandarizadas internacionales promueven la competencia, etiquetando y clasificando alumnos en función de su rendimiento.
2. La tentación de los países a seguir caminos fáciles y de corto plazo para mejorar su desempeño en las pruebas, desconsiderando que los cambios en el campo educativo llevan mucho más que los tres años que separa una prueba de otra.
3. PISA mide unas dimensiones del aprendizaje e ignora otras, lo que “reduce peligrosamente el imaginario colectivo acerca de lo que la educación es y debería ser”.
4. PISA está dominada por una visión economicista y unilateral de la educación.
5. La OCDE asume un mandato que no le corresponde, adjudicándose un papel de gran agencia de evaluación internacional.
6. PISA contribuye a consolidar una euforia evaluadora que “perjudica a nuestros hijos y empobrece nuestras aulas”.
En síntesis, puede indicarse que las pruebas PISA comparan lo que no es comparable. La calidad en educación es un concepto relativo, no es lo mismo un colegio en un centro urbano que una escuela en un área rural o urbana marginal. No es lo mismo educar a jóvenes en situación de vulnerabilidad, que a los hijos de las élites culturales de un país.
No es lo mismo educar en Santo Domingo que en Dinamarca, o Corea del Sur. Una escuela puede hacerlo muy bien, sin que esto se refleje necesariamente en puntajes altos en las pruebas estandarizadas, pues la cuestión es mucho más compleja.
Tal vez los resultados que logre una escuela rural con un director comprometido pueden representar un gran avance en calidad, y producir mejoras importantes en la vida de sus estudiantes. Pero estos cambios resultarían imperceptibles en las estadísticas globales de PISA.
La pretensión de las PISA de ser una prueba universal excluye aquellas diferencias locales, especialmente en países con altos índices de desigualdad económica y social, donde la sobre edad y la renitencia es un hecho en nuestras escuelas.
Esta visión omite igualmente la complejidad de los procesos educativos y la multiplicidad de factores y tensiones que operan dentro de la institución escolar en la búsqueda de los mejores aprendizajes de sus estudiantes. l