Antes de finalizar el año, les escribí a mis colaboradores para que esta idea de “las cosas de mi país”, fuera un aporte colectivo. Recibí muchas ideas, incluso mejores que las mías.La idea me surgió al recordar al poeta del siglo XVIII llamado Meso Mónica, de oficio zapatero y descrito en su biografía como un moreno ingenuo, de inteligencia muy vivaz, que en uno de sus versos decía “en la mañana fui español, en la tarde fui francés, hoy dicen que soy inglés, no sé qué será de mí”.
Creo que si el poeta pudiera reencarnar, se sorprendería que aún no estamos claro de lo que somos. Adoptamos todas las costumbres del gran país del norte. Celebramos el 4 de julio como si fuera nuestra independencia, jugamos a las brujas en octubre y comemos pavo en noviembre.
Pero volviendo a las ideas que pedí, sin dudas la que más me impresionó fue la de una joven talentosa llamada Electra Peña, que me voy a permitir copiar porque es necesario oír qué piensan nuestros jóvenes, además encaja perfectamente con la idea que tenía pensado desarrollar de “las cosas de mi país”.
“República Dominicana, mi país, una isla del Caribe no tan pequeña comparada con otras. De raíces indígenas y una enriquecedora historia llena de batallas dignas de admiración en busca de libertad ante las ideas de esclavitud.
República Dominicana, hermana sin elección de una cultura totalmente diferente a su identidad natal, es una folclórica estancia que enamora a cualquier otra nación.
Cálido pedacito de tierra, dueña en un momento de una férrea dictadura protagonizada por un famoso sujeto que creyó ser Dios y coronó libros de sangre y dolor.
República Dominicana, dueña de características propias y otras más bien adquiridas por la idiosincrasia de sus habitantes. Las cosas de mi país son muy subjetivas, desde un calor humano difícil de encontrar en otras partes de mundo, hasta la más grande de las ignorancias ante situaciones que han transcurrido desde los tiempos más remotos y que han ido cambiando con la evolución de la maldad de muchos.
Es tan difícil poder llamar propias a las cosas de mi país cuando el mundo se distingue por tanta diversidad pero con una pobreza compartida de necesidades básicas para la sobrevivencia.
A veces me pregunto, ¿qué cosas quiero cambiar de mi país?
¿Será que quiero cambiar la mujer trabajadora que trata de llevar el pan a su casa?, ¿o los distintivos motoristas que cubren las calles de los pueblos en busca de ser identificados como empleados?, ¿o los pintorescos carros públicos que nadie sabe cómo es que pueden andar en las calles por las condiciones de la carrocería?
¿Será que quiero cambiar al dominicano que se junta con un puertorriqueño y al minuto está hablando como boricua?, ¿o las tradicionales bailadas de bachata y merengue?, ¿o al pelotero y al “dembowcero” que se vuelve rico primero que el ingeniero o el arquitecto?, ¿o la doña que sale en tubi de paseo por las plazas comerciales, o los tígueres tomando ron en la esquina del colmado y jugando dominó?
Lo que en verdad quiero cambiar es al conductor que soborna al policía para evitar una multa; al motorista que se juega la vida al viajar sin casco o al montar varios pasajeros; a los largos apagones y las secas tuberías que tienen hasta polvo por no ver agua pasar; al dominicano loco por emigrar de su país en busca de alcanzar una calidad de vida que cree no tener.
Lo que en verdad quiero cambiar es la falta de valores, las prostitutas que se pasean en las calles con la esperanza de ganar dinero fácil y la discriminación al profesional por su apariencia física o lugar donde realizó sus estudios.
Lo que en verdad quiero cambiar es la ridícula política que nos representa llena de preparados y no tan preparados hombres y mujeres que juraron ser honestos en su puesto de trabajo, pero que la avaricia y necesidad de poder los lleven a cometer los más bajos delitos y a brindarnos una administración encarecida con una incorrecta distribución de los recursos conforme a las necesidades de los ciudadanos”.
Agregaría a lo que dice Electra que preferimos comprar a un Amazon porque dicen que es más barato porque no se paga impuestos, pero sin embargo, hacemos ejercicios en las plazas donde el aire acondicionado y la comodidad lo pagan los comerciantes del país.
Quisiera que las cosas de mi país cambien para establecer políticas migratorias claras, no sólo para los haitianos sino para todos los que desean venir al país, sin necesidad de murallas, sólo con orden, como debe ser.
Si Meso Mónica estuviese vivo se sorprendería de ver que el populismo evita tomar las decisiones necesarias para que las cosas de mi país cambien positivamente. Que es más fácil cobrar impuestos a los que generan empleos que a las importaciones por courrier.
Que a pesar del crecimiento indudable de la economía, aún persiste una desigualdad tremenda en nuestra sociedad y ahora que los dólares escasean hemos decidido penalizar las exportaciones con el avance del 9% del ITBIS en aduana a las materias primas, ya que será imposible al productor nacional compensar este tributo.
Que para lograr que se cumpla la ley que permite la competencia en el transporte hay que recurrir a los tribunales.
Pero a pesar de todo esto, querida Electra, no debemos perder la esperanza, recuerda que vivimos en uno de los países más alegres de la región, donde al peso le llamamos tolete, a la casualidad chepa y cualquier día claro llueve.