Un año después de que se impusiera su uso obligatorio, los israelíes han comenzado a quitarse las mascarillas con cautela al aire libre. Con más de la mitad de la población completamente vacunada, el Gobierno les ha eximido de la obligación a partir de este domingo, aunque su utilización seguirá siendo exigida en espacios cerrados. “En esta tienda no entra nadie sin protección”, explicaba Lior, empleado en una óptica del centro de Jerusalén, cubierto con un tapabocas de tela negra a la entrada del local. “Los datos oficiales confirman que los contagios se han reducido mucho”, reconocía, “pero aún no sabemos si una nueva variante del coronavirus puede afectarnos”
Israel vuelve a la vida de antes de la pandemPia, al menos de puertas para fuera. La supresión de la obligatoriedad de las mascarillas coincide con el levantamiento de las últimas restricciones en el sistema educativo: el regreso a clase de todos los alumnos de primaria y la eliminación de los grupos burbuja y aulas desdobladas. El reto que afrontan ahora las autoridades sanitarias es garantizar que los ciudadanos sigan observando las normas de distancia física y protección en los espacios cerrados. “Todos tenemos que llevar una mascarilla en el bolsillo para usarla cuando sea necesario”, ha alertado el coordinador nacional contra la pandemia, el médico Nachman Ash.
El certificado vacunal o pase verde es la principal herramienta con la que cuentan los responsables de la salud pública. Este salvoconducto digital permite a los inmunizados acceder a hoteles, instalaciones deportivas, auditorios culturales o al interior de bares, restaurantes y salas de fiestas. Y viajar sin tener que someterse a cuarentena a países como Grecia o Chipre, que han suscrito los primeros acuerdos turísticos bilaterales, con la condición de presentar un test PCR negativo a su llegada a destino.
El 54% de la población israelí (9,3 millones) ha recibido las dos inyecciones de Pzifer-BioNtech, la única que se ha administrado en el Estado judío. Y cerca de un 10% ha superado la covid-19 y se encuentran inmunizados. Si se tiene en cuenta que otro 30% (los menores de 16 años), no puede ser aún vacunado, en realidad casi el 85% de los ciudadanos y residentes susceptibles de recibir la inoculación se halla ya protegido.
El biólogo del Instituto Weizmann Eran Segal, que analiza en clave informática la evolución de la pandemia en Israel, ha constatado que desde el pico de la tercera ola, registrado a mediados de enero, el número de pacientes que han dado positivo en las pruebas de detección de la covid se ha reducido en un 98%. El Ministerio de Sanidad contabilizó el sábado 82 casos, con una tasa de positividad que se sitúa por debajo del 1% desde comienzos de abril.
“Hoy me siento libre”, aseguraba Sarah, de 25 años, sentada en un banco de la calle de Ben Yehuda de Jerusalén, un céntrico espacio peatonal. “Siento que las cosas ya van a mejor”, describía sus sentimientos esta empleada de un portal de alquiler de apartamientos turísticos. “Tenemos una ocupación del 70%, con viajeros locales, pero no nos recuperaremos mientras no puedan venir visitantes del extranjero”, añadía expresando la preocupación general del sector del turismo tras más de un año de cierre de fronteras a causa de la covid-19. A partir del 23 de mayo está previsto que Israel empiece a aceptar grupos limitados de turistas que puedan acreditar su vacunación y aporten pruebas negativas de infección anteriores al viaje y a su llegada.
Infecciones disparadas en Palestina
Mientras en Israel ya se circula por las calles sin mascarilla, en la franja de Gaza y en Cisjordania (5,2 millones de habitantes) se han disparado las infecciones. En la franja costera se han podido vacunar unas 40.000 personas. Otras 110.000 en Cisjordania, sin contar a un número similar de trabajadores palestinos que han sido inoculados por la sanidad israelí. Como comunidades aisladas, los contagios en Palestina no se han visto afectados por nuevas variantes del coronavirus contra las que la eficacia de la vacuna de Pfizer está aún por determinar.
En las playas y en las terrazas de los restaurantes de Tel Aviv, los israelíes se disputaban el sábado cada palmo de arena y las últimas mesas disponibles. Solo los encargados del alquiler de sombrillas y los camareros portaban mascarilla horas antes de que entrara en vigor la supresión de su uso obligatorio. Israel ha celebrado con un largo puente festivo el 73º aniversario de su declaración de independencia, proclamada meses después de la partición de Palestina aprobada por la Asamblea General de la ONU.
Los más jóvenes caminaban sin mascarilla, o recogida bajo la barbilla, por la calle de Jaffa, eje del Jerusalén colonial bajo el Mandato británico (1918-1948) de la Palestina histórica. En general, las personas de mayor edad llevaban nariz y boca cubiertas. Era el caso de David, de 70 años, que tomaba el sol en una jornada casi veraniega a la puerta de su floristería. “No me fío. No es seguro aún”, argumentaba. “Estamos aún pendientes de la amenaza de otras cepas del virus”, advertía.
Los expertos empiezan a preguntarse si se ha alcanzado ya la denominaba inmunidad de rebaño en el Estado judío, pero también se interrogan sobre la vigencia de la efectividad de la vacuna, que Pfizer garantiza al 91% durante los seis primeros meses. El continuo declive de la tasa de contagios a pesar del levantamiento de las restricciones –en todos los grupos edad, incluidos los menores no vacunados– y la reapertura de la economía apuntan a que en Israel ya se vive una nueva normalidad, muy parecida a la anterior a la pandemia.