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Saddam Hussein, nacido el 28 de abril de 1937 en Al-Awja, Irak, fue presidente del país durante casi 25 años, desde 1979 hasta 2003. Su ascenso al poder estuvo marcado por una serie de golpes políticos, torturas y persecuciones.
Durante su mandato, Hussein fue responsable de una de las dictaduras más férreas del siglo XX, y sus decisiones impactaron profundamente la política y la historia de Irak y la región.
Saddam Hussein llegó a la presidencia tras una serie de maniobras dentro del Partido Baaz, del cual fue miembro activo desde sus primeros años de vida política. A lo largo de su carrera, consolidó su poder a través de un sistema de represión y culto a la personalidad.
Uno de los momentos más destacados de su presidencia fue la invasión de Irán en 1980, que dio inicio a la devastadora Guerra Irán-Irak, un conflicto que duró ocho años y dejó cientos de miles de muertos.
Durante este período, Hussein utilizó armas químicas contra la población kurda en lo que hoy se considera uno de los actos más atroces de su régimen.
La guerra terminó en 1988 con un alto al fuego, pero las secuelas para Irak fueron profundas, dejando una economía devastada y una población dividida.
En 1990, la invasión de Kuwait por parte de Irak desencadenó la Guerra del Golfo Pérsico. La coalición liderada por Estados Unidos, con el respaldo de las Naciones Unidas, derrotó rápidamente a las fuerzas iraquíes, lo que resultó en una humillante derrota para Saddam Hussein.
A pesar de esto, Hussein mantuvo su postura desafiante y continuó gobernando Irak bajo estrictas sanciones internacionales.
La caída del régimen de Saddam Hussein
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el gobierno de Estados Unidos, liderado por George W. Bush, acusó a Hussein de poseer armas de destrucción masiva y de tener vínculos con grupos terroristas.
En marzo de 2003, la coalición liderada por Estados Unidos invadió Irak, derrocando a Saddam Hussein y poniendo fin a su régimen.
Sin embargo, la ocupación estadounidense desató un periodo de violencia sectaria y caos en el país, cuyas repercusiones todavía se sienten hoy.
Tras su captura en diciembre de 2003, Saddam Hussein lo juzgo el Tribunal Supremo Iraquí por crímenes contra la humanidad, específicamente por la masacre de 148 chiíes en Al-Dujayl en 1982.
El 5 de noviembre de 2006, lo declararon culpable y condenado a muerte. El 30 de diciembre de ese mismo año, Hussein lo ejecutaron por ahorcamiento. Esta fue una fecha que pasó a la historia como el fin de su cruel régimen.
La ejecución de Saddam Hussein se denoto por algunos como una justicia largamente esperada. Mientras tanto, hay otros la consideraron como una oportunidad para promover la venganza en un Irak profundamente dividido.
A pesar de su muerte, su figura sigue siendo un referente polémico en la política del Medio Oriente.