La Iglesia Católica ha entrado en un momento histórico tras confirmarse el fallecimiento del papa Francisco. La noticia, difundida por la Santa Sede la mañana del lunes 21 de abril, ha generado conmoción entre fieles, líderes políticos y religiosos en todo el mundo. El deceso ocurrió a las 7:35 de la mañana en su residencia de la Domus Santa Marta, en el Vaticano.
El Director del Departamento de Salud e Higiene de la Ciudad del Vaticano, el profesor Andrea Arcangeli, ha confirmado que la causa del fallecimiento del Pontífice fue un derrame cerebral que provocó un colapso cardiocirculatorio irreversible.
La condición se agravó por antecedentes clínicos de neumonía bilateral multimicrobiana, hipertensión arterial, diabetes tipo II y bronquiectasias múltiples.
De acuerdo con el parte médico oficial, el papa Francisco sufrió un coma poco antes de su fallecimiento. El electrocardiograma practicado en su apartamento confirmó la muerte clínica. El comunicado detalla que el derrame se produjo en un “sujeto afectado por múltiples patologías previas” y que no hubo posibilidad de intervención médica efectiva.
Última aparición pública
El domingo 20 de abril, un día antes de su fallecimiento, el Pontífice hizo su última aparición pública durante la misa de Pascua en la Plaza de San Pedro. Desde el balcón del Vaticano, y en silla de ruedas, Francisco pronunció breves palabras antes de ceder la lectura del mensaje Urbi et Orbi al maestro de ceremonias.
Fiel a su estilo discreto y cercano, el Santo Padre quiso estar presente, aunque su frágil estado de salud ya era evidente. Fue un gesto final de entrega que conmovió a miles de fieles congregados en la plaza y a millones que lo siguieron por televisión.
El papa Francisco, nacido como Jorge Mario Bergoglio el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Argentina, había sido ingresado el pasado 14 de febrero en el hospital Gemelli de Roma debido a una infección respiratoria severa. La afección, causada por múltiples microorganismos, derivó en una neumonía bilateral que debilitó considerablemente su sistema inmunológico.
Permaneció hospitalizado durante 38 días y fue dado de alta el 23 de marzo. Desde entonces, residía en la Domus Santa Marta, donde continuaba con cuidados médicos. Aunque algunos días se le vio más animado, su salud general permanecía comprometida.
Reacción del Vaticano y del camarlengo
Kevin Farrell, cardenal camarlengo y actual administrador temporal de la Santa Sede, fue el encargado de comunicar oficialmente la muerte del papa. En una declaración solemne, expresó:
“Con profundo dolor tengo que anunciar que el papa Francisco ha muerto a las 7:35 horas de hoy. El obispo de Roma ha vuelto a la casa del Padre. Su vida entera ha estado dedicada al servicio del Señor y de su Iglesia. Nos ha enseñado el valor del evangelio con fidelidad, valentía y amor universal, especialmente hacia los más pobres y marginados”.
Farrell, además, asumirá temporalmente la administración de la Iglesia hasta que se convoque y celebre el próximo cónclave.
Un legado marcado por la humildad y la justicia social
El papa Francisco pasará a la historia como un Pontífice profundamente humano, comprometido con los más necesitados, firme en su crítica al consumismo y promotor del cuidado del medio ambiente. Fue el primer papa latinoamericano y el primero de la orden de los jesuitas en alcanzar el cargo más alto de la Iglesia Católica.
Durante su pontificado, impulsó reformas significativas en la Curia Romana, promovió el diálogo interreligioso y denunció las desigualdades sociales en escenarios internacionales. Su estilo pastoral, abierto y cercano, rompió muchos protocolos tradicionales, acercando la figura del papa a millones de personas.
¿Qué sigue para la Iglesia?
Con la causa del fallecimiento del Pontífice confirmada, se activa el protocolo para elegir al nuevo papa. El cónclave deberá celebrarse en los próximos 20 días, convocado por el camarlengo. Los cardenales electores —aquellos menores de 80 años— serán los encargados de votar en secreto al sucesor de Francisco en la Capilla Sixtina.
El proceso, que tradicionalmente combina reflexión espiritual y estrategia política, definirá el rumbo de la Iglesia en los próximos años. La atención del mundo se centra ahora en Roma, a la espera del humo blanco que anunciará un nuevo capítulo en la historia del catolicismo.