La Habana. Derrumbes de viviendas. Árboles, señales y postes eléctricos caídos sobre el asfalto. Sótanos inundados. Este es un primer saldo del paso por La Habana del huracán Rafael con categoría 3.

En la calle Consulado, en el popular barrio de Centro Habana, una treintena de vecinos y curiosos se arremolinan frente a los escombros de una pared maestra de cuatro alturas que se vino abajo en la tarde del miércoles, cuando los vientos en la capital cubana superaron los 100 kilómetros por hora y llovía intensamente.

Sobre el cascote más grande -una piedra maciza del tamaño de un televisor antiguo en medio de la calzada- dos niños de diez años conversan divertidos. Alrededor, entre los adultos, prevalecen la desesperanza, el hastío y la indignación.

“Cuando brincamos (a la casa de enfrente, con la hija y dos nietos) se cae todo ese pedazo, ese pedazo que tenemos ahí, cae para dentro del edificio. Y entonces se vino abajo toda la placa”, explica a EFE María Caridad Madam Víctores, que vive en el sótano de la casa adyacente.

Asegura que no hubo heridos entre las cuatro familias -con cuatro menores- que viven en esa vivienda, que se encontraba desde hace años en un estado tremendamente precario, pero que hubo pérdidas materiales sensibles.

“El muchacho de delante lo perdió todo, todo: frío, televisor, bicicleta,… porque el pedazo que se cayó, cayó encima de su casa”, señala la mujer, convencida de que la ayuda no va a llegar. El Gobierno cubano ya avanzó al poco de pasar Rafael que las afectaciones eran “muy fuertes” en La Habana, Artemisa y Mayabeque, las tres provincias occidentales más castigadas y donde se habían registrado daños especialmente en viviendas, infraestructura pública y la agricultura).

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