Washington/Los Ángeles.– Muchos vacunados contra la covid en Estados Unidos han dejado de llevar mascarilla en la calle después de que las autoridades sanitarias afirmaran hace una semana que ya no es necesaria para ellos, aunque la directriz genera confusión y recelo en la sociedad.
Mientras, empresas e instituciones tratan de adaptarse ahora a este súbito cambio en la nueva fase de la pandemia.
Después de más de un año con los cubrebocas como herramienta contra la pandemia, las nuevas directrices de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés) divulgadas el pasado jueves han provocado un terremoto social.
“Todo aquel que esté completamente vacunado puede participar en actividades en el interior y el exterior, grandes y pequeñas, sin tener que llevar mascarilla o guardar una distancia física. Si está completamente vacunado, puede comenzar a hacer las cosas que dejó de hacer por la pandemia”, dijo Rochelle Walensky, directora de los CDC, en una rueda de prensa ante el asombro general.
ANTES Y DESPUÉS
Las palabras de Walensky querían marcar un antes y un después en EE.UU., así como servir de motivación para que los no vacunados dieran el paso de inocularse.
La realidad, sin embargo, es más compleja y ha generado un inesperado rechazo.
Si bien un gran número de los vacunados han acatado la normativa, especialmente al aire libre, el problema se da en los espacios interiores, donde las empresas y establecimientos tienen que encarar el riesgo potencial de contagio, dado que no todos pueden o quieren exigir prueba de vacunación a sus trabajadores o clientes.
En Washington, la capital estadounidense, muchas de las cafeterías y restaurantes han modificado sus carteles en las puertas de entrada para subrayar que se seguirán exigiendo el uso de mascarillas en el interior pese a la nueva normativa.
CONFUSIÓN Y ANSIEDAD
Uno de los concejales de la capital, Charles Allen, reconoció esta semana que el cambio de postura de los CDC ha generado “ansiedad” en los pequeños negocios.
“Los pone en la posición poco envidiable de tener que verificar el estatus de vacunación, lo que es algo imposible de pedirles. Su preocupación es que esto va a aumentar los conflictos”, indicó Allen en una reunión del Gobierno del Distrito de Columbia, donde se encuentra Washington.
En los parques en Washington, la situación es paradójica: algunos padres vacunados ya van sin barbijo de acuerdo a la normativa, mientras que los niños deben seguir jugando con las mascarillas.
Otros reconocen que ya no es necesaria, pero la siguen llevando por inercia y por seguridad reforzada.
Los neoyorquinos, por su parte, se han tomado con cautela el levantamiento de la obligación. En la calle, centros comerciales y tiendas de barrio la mayoría de la gente prefería seguir cubriéndose la boca y la nariz.
“Casi todos la siguen llevando, porque siguen preocupados”, asegura a Efe el dueño de la pescadería Ocean Fish Market, en el barrio de Astoria, que se identifica como Nico, pertrechado con una pantalla protectora en el rostro
Al otro extremo del país, en Los Ángeles, también hay espacio para episodios contradictorios: la gente pasea con cubrebocas por el muelle de Santa Mónica, pero los que están en la arena de la misma playa no la llevan puesta.
MASCARILLA, SÍMBOLO POLÍTICO
A todo ello, se suma el componente político que distorsiona la situación ya que al inicio de la pandemia, con Donald Trump como presidente y quien mostró su escepticismo ante su efectividad, se convirtió en un símbolo partidista.
Los republicanos consideraron el requerimiento de llevar tapabocas como una imposición del Gobierno federal y algo que atentaba a la libertad personal, mientas que los demócratas la esgrimían como una señal de protesta contra el recelo de Trump ante los consejos de la ciencia.
Ahora, que las autoridades sanitarias señalan los avances en la vacunación, con casi un 40 % de la población adulta totalmente inoculada, los ciudadanos reconocen estar desorientados.
Sobre esta polémica y la confusión general, el doctor René Sotelo, profesor de la Universidad de California del Sur (USC, en sus siglas en inglés), consideró que “más allá de partidismos”, lo que hay es “fatiga” por parte de los ciudadanos.
“La gente esta absolutamente cansada del uso de la mascarilla… Mi gran preocupación es que mientras no tengamos el 80 % de la población vacunada, va a ser muy difícil identificar si las personas que no llevan protección en la calle están inoculadas o no”, argumentó a Efe Sotelo, de origen venezolano.
Para Sotelo, el mensaje, más allá de las mascarillas, es este: “La gente debe vacunarse y tratar de entender que esta vacuna no es un virus atenuado, ya que tiene un mecanismo de acción absolutamente diferente y es segura”. EFE