El asesinato del presidente Jovenel Moise por un enigmático comando que entró esta madrugada a su residencia en Puerto Príncipe es uno de los capítulos más oscuros de la nación con la historia más trágica de América Latina
Una vez más, Haití está sacudido desde sus cimientos por una crisis de alcances imprevisibles. El país más pobre de América entró en territorio desconocido esta madrugada con el magnicidio de Jovenel Moise, presidente desde febrero de 2017.
“El Presidente fue asesinado en su casa por extranjeros que hablaban inglés y español”, informó el primer ministro Claude Joseph sobre el extraño ataque perpetrado —aparentemente— por mercenarios, en el que también resultó herida de bala la primera dama.
Si se puede hablar de territorio desconocido es porque un magnicidio es algo nuevo en Haití. Sin embargo, lo recurrente es la sucesión de desgracias políticas, naturales o sanitarias, que hacen a este país un caso único incluso en América Latina, región que no se caracteriza precisamente por su estabilidad.
Una historia de catástrofes
Haití fue una de las primeras naciones de América en declarar su independencia. Fue en 1804, tras el triunfo de una larga e inédita revolución de esclavos contra los colonizadores franceses. No obstante, a pesar de ser un país pionero en muchos sentidos, nunca pudo establecer un Estado plenamente operativo ni una economía funcional.
Con un PIB per cápita de 730 dólares, Haití es el uno de los países más pobres del mundo. Tiene el Índice de Desarrollo Humano más bajo de la región (0,503) y está 169 sobre 189 países a nivel global. Según el Banco Mundial, cerca del 60% de la población es completamente pobre.
El siglo XX hatiano estuvo marcado por la sanguinaria dictadura de François Papa Doc Duvalier y su hijo Jean-Claude Baby Doc, que se adueñaron del Estado entre 1957 y 1986. Para entender cómo ejercieron el poder basta con decir que hasta comienzos de los 90, Haití no tenía una policía civil. La fuerza que custodiaba las calles de Puerto Príncipe dependía directamente del Ejército, que más que una institución era un conjunto de pandillas con uniforme. Pero los Duvalier no solo se apoyaron en las Fuerzas Armadas para gobernar, sino en grupos paramilitares, como los Tonton Macoute. Tras la disolución formal de estos en 1986, muchos se volvieron uniformados.