Redacción Internacional, 8 ene (EFE).- Por orgullo, por mala educación o por diferencias rotundas con los nuevos mandatarios, la transición de poder en algunos países de América se ha convertido en un momento polémico e incómodo, una actitud que ahora encarna Donald Trump en EE.UU. al negarse a asistir a la investidura del electo Joe Biden.
Sin embargo, no es el primer caso en el continente. En los últimos años, América ha registrado varios ejemplos de mandatarios electos que han quedado plantados por los salientes en la ceremonia de traspaso de mando.
Además de EE.UU., República Dominicana y Bolivia han sido los protagonistas de los más recientes desaires a los gobernantes electos.
EL PLANTÓN PRESIDENCIAL DE 2021
El miércoles 20 de enero, medio mundo se parará para ver la ceremonia del cambio de mando en la presidencia de Estados Unidos. Joe Biden asumirá el cargo sin la presencia del hombre que, hasta ayer, se resistió a aceptar su derrota electoral: Donald Trump.
Hoy, con la frase despectiva: “Ahí le dejo el Gobierno”, Trump ha anunciado que no acudirá a la ceremonia. “A todos los que me han preguntado, no iré a la toma de posesión el 20 de enero”, comentó en un lacónico tuit.
Esto más que un portazo es un alivio para Biden, quien celebró que Trump no asista a su investidura, al asegurar que es “una de las pocas cosas” en las que ambos están de acuerdo, aunque confió en que el vicepresidente saliente, Mike Pence, sí vaya.
Una situación que según varios expertos se veía venir tras una agitada y tensa jornada electoral que le otorgó la victoria a Biden y que se convirtió en un “berrinche” de Trump para señalar sin pruebas que se cometieron fraudes durante los comicios.
Una señal más de desacuerdo por parte de Trump, quien alimentó las protestas y toma del Capitolio por sus seguidores el pasado miércoles, en la que murieron 5 personas y más de 52 resultaron heridas.
Sin embargo, esta no es la primera vez que pasa en Estados Unidos: Andrew Johnson (1865-1869) se negó a asistir a la toma de posesión de Ulysses S. Grant (1869-1877) en el Capitolio; y John Quincy Adams (1825-1829) hizo lo mismo con Andrew Jackson (1829-1837), aunque no se conocieron las razones.
Otro presidente que no estuvo en la toma de posesión de su sucesor fue Richard Nixon (1974), quien ya había dejado la Casa Blanca después de renunciar por el escándalo “Watergate”, cuando su vicepresidente, Gerald Ford, juró el cargo que él dejaba libre.
“QUILOMBO” PROTOCOLARIO
“Que Dios, la patria y él (Kirchner) me lo demanden”. Con estas palabras, el 10 de diciembre de 2011, Cristina Fernández de Kirchner tomaba por segunda vez posesión como presidenta del país ante un repleto Parlamento argentino.
Esas mismas palabras las hizo cumplir luego del triunfo del conservador Mauricio Macri sobre el kirchnerista Daniel Scioli, en 2015.
La política se negó a hacer presencia en la investidura de su sucesor para traspasarle la banda presidencial y el bastón, tras el “quilombo” que se desató por un protocolo convertido en un pleito judicial.
La disputa se dio cuando Macri, en una llamada telefónica, le pidió a la mandataria entregarle los atributos del mando en la Casa Rosada (sede gubernamental) y no en el Congreso, como era costumbre del Kirchnerismo en sus 12 años en el poder.
LA COVID-19 Y UNA BANDA PRESIDENCIAL
En agosto pasado, cuando la covid-19 ya mantenía a varios países bajo cuarentena, República Dominicana presenció la toma de posesión de Luis Abinader como mandatario, tras las elecciones del 5 de julio, que se realizaron bajo estrictas medidas sanitarias.
A la toma de mando solo asistieron ocho delegaciones, entre ellos tres presidentes: el mandatario de Honduras, Juan Orlando Hernández, de Haití, Jovenel Moise, y el de Guinea Bissau, Umaro Sissoco Embaló.
En cuestión de minutos y bajo un protocolo sencillo y rápido en el despacho del presidente del Senado, el mandatario saliente, Danilo Medina (2012-2020), le entregó la banda presidencial a Abinader.
El Gobierno saliente explicó que Medina no estaría presente en la juramentación del 16 de agosto en el Congreso Nacional como medida preventiva por el coronavirus.
EL DESPLANTE A LA BOLIVIA DE EVO
Tras una debacle de situaciones llenas de tensión en Bolivia por la salida de Evo Morales del poder, la pandemia que afectó al país y el triunfo de Luis Arce en los comicios por el Movimiento al Socialismo (MAS), del mismo Morales, el desplante vino por parte de la presidenta interina, Jeanine Áñez.
Áñez aseguró que no acudiría a los actos de investidura del sucesor ante las discrepancias y acusaciones por las muertes de civiles en operativos militares y policiales cuando llegó al poder en noviembre de 2019 y regresó a su departamento natal, Beni, situado en el noreste del país.
“Aquí me quedo, a seguir aportando desde el lugar que me toque, tengo causas, defenderé los bonos y la democracia”, dijo al confirmar que no asistiría a la investidura de Arce, que tuvo lugar el pasado 8 de noviembre.
DE ALAN A HUMALA Y A PPK EN PERÚ
Por manejos políticos, ideas y posturas radicales, Perú ha sido también protagonista de varios desaires entre mandatarios salientes y sus sucesores.
En 2011, Alan García (2006-2011 y 1985-1990) no asistió al traspaso de mando a Ollanta Humala (2011-2016). En su lugar, García entregó la banda presidencial en el Palacio de Gobierno al jefe de la casa militar.
El jefe de Estado había anunciado que no acudiría a la ceremonia en el Congreso para evitar que se repitieran los abucheos que recibió a su salida del Gobierno en 1990, cuando dejó al país en una grave crisis económica.
“No es un desaire ni va en contra de la tradición democrática”, pero si se prepara “un circo o una emboscada con escándalos”, entonces se le estaría faltando el respeto a la Presidencia de la República, advirtió entonces García
El episodio lo repitió el mismo Humala con Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018) y una fujimorista, la presidenta del Parlamento, Luz Salgado, fue la encargada de imponerle la banda presidencial.
Por una razón o por otra, las ausencias en los traspasos de poder se justifican difícilmente salvo por pandemia o causa mayor. Los políticos, según los antiguos manuales de urbanidad, deben ser ejemplares ante la ciudadanía. Comportarse con rabietas, desplantes o salidas de tono, son actitudes que no hablan muy bien de la educación de estos líderes.EFE