Ismael “El Mayo” Zambada es mucho menos conocido que su compañero fundador del cártel mexicano de Sinaloa, Joaquín Gúzman, o “El Chapo”. Con sus audaces fugas de prisión y su afán de notoriedad, El Chapo se convirtió en el rostro de la banda, hasta su captura en 2016 y su encarcelamiento de por vida en una prisión “Supermax” en Estados Unidos.
Sin embargo, a pesar de sus modales discretos, El Mayo fue igual de importante en la construcción de la operación de Sinaloa para convertirla en un vasto y violento sindicato de drogas y blanqueo de dinero. Sus conexiones eran profundas en la clase política de México y controlaba la mayor parte del mercado norteamericano de drogas ilegales.
Por ello, la detención de Zambada por parte de Estados Unidos el 26 de julio junto con uno de los cuatro hijos de El Chapo, Joaquín Gúzman López, en Texas supuso un golpe de efecto.
Se sabrá más sobre cómo llegaron a ser detenidos. Quizá Gúzman López, otro pez gordo de Sinaloa como sus tres hermanos, ayudó a las autoridades a subir a Zambada a un avión privado con destino a El Paso, con el pretexto de que iba a inspeccionar aeródromos clandestinos en el norte de México.
Tal vez fuera parte de un acuerdo entre Gúzman López y los fiscales estadounidenses que le beneficiaría a él o a su familia. Pero también es posible que Zambada estuviera en negociaciones para entregarse; es posible que quisiera una historia para ocultarlo.
Sean cuales sean los detalles, los estadounidenses están que trinan. Llevan mucho tiempo acusando a Zambada, de 76 años, de controlar una enorme operación de tráfico de drogas a Estados Unidos, desde heroína y cocaína hasta, actualmente, drogas sintéticas.
Últimamente también han señalado a los cuatro “Chapitos” como figuras fundamentales en el tráfico de fentanilo, el potente opioide que causó casi 75.000 muertes en Estados Unidos sólo el año pasado. Zambada era una especie de padre sustituto de los Chapitos. Pero en los últimos tiempos sus lazos con ellos se tensaron a medida que el comportamiento de los Chapitos se hacía más descarado.
Estados Unidos ha desempeñado un papel fundamental en la lucha contra las bandas criminales mexicanas. Su cooperación con México bajo la administración del Presidente Andrés Manuel López Obrador no es tan estrecha como lo fue bajo sus predecesores.
De hecho, su penetración en las bandas de narcotraficantes mexicanas pone de manifiesto la ineptitud y corrupción del gobierno mexicano, afirma Eduardo Guerrero, analista de seguridad en Ciudad de México. Aparentemente para reducir el derramamiento de sangre, López Obrador ha adoptado una postura de no intervención ante las bandas criminales mexicanas, aunque recientemente ha ayudado más a Estados Unidos.
Algunos sostienen que la estrategia de perseguir únicamente a los objetivos de alto valor es errónea. La “guerra contra el narcotráfico” de México a partir de 2006 complicó el panorama criminal y derramó más sangre. Tras la eliminación de los líderes, otros lucharon por el control. A medida que los grupos se dividían y luchaban entre sí, los asesinatos en México se dispararon: ahora se producen 30.000 o más al año. Mejor -argumenta Vanda Felbab-Brown, de la Brookings Institution, un think tank de Washington-, dedicar más recursos a capturar a los mandos intermedios por debajo de los jefes.
Las consecuencias de las últimas detenciones en Sinaloa siguen sin estar claras. Estados Unidos tiene ahora bajo custodia a dos de los cuatro Chapitos.
Puede producirse una lucha por el control del cártel de Sinaloa, con la posibilidad de una orgía de luchas internas. Hay informes de que el hijo de Zambada ha tomado el control de su facción, mientras que los dos Chapitos que siguen en libertad han asumido el control de la parte de su familia.
Puede que no sea un acuerdo estable. Cualquier debilitamiento de los sinaloenses podría beneficiar al cártel de Jalisco Nueva Generación, la otra gran banda de México. Pase lo que pase, es poco probable que el tráfico de fentanilo, enormemente rentable, se vea muy afectado.
Sacar los trapos sucios
Sin embargo, la detención de Zambada puede resultar significativa. Es posible que Estados Unidos pueda obtener información muy valiosa de él. Como señala Felbab-Brown, Zambada ha sido el “corruptor en jefe” de México. La esperanza es que proporcione información sobre las vastas redes de connivencia que existen entre políticos, burócratas y funcionarios de seguridad.
El año pasado, Estados Unidos condenó a Genaro García Luna, ex ministro de Seguridad Pública, por recibir dinero del cártel de Sinaloa. Sin duda, hacer caer a muchos más funcionarios mexicanos, así como a mafiosos, socavaría de forma loable las perniciosas redes criminales del país.