Bakú. La cumbre del clima de Bakú (COP29) arrancó ayer s entre las presiones del Sur Global para reforzar los compromisos de financiación y la incertidumbre ante la ambición climática de Estados Unidos tras la elección de Donald Trump, así como por ausencias destacadas.

La capital azerí acogerá en las próximas dos semanas las negociaciones climáticas tras las que se espera que cerca de 200 países fijen un nuevo objetivo colectivo y cuantificado de financiación con el que costear la acción climática, una meta especialmente importante para el mundo en desarrollo.

Como en cada cumbre del clima de la ONU, se espera que los líderes mundiales acudan a Bakú este martes para comparecer públicamente.

Este año, no obstante, son más destacables las ausencias, y que no asistirá ni el presidente saliente de EEUU, Joe Biden, ni su sucesor, Donald Trump; como tampoco lo harán el ruso Vladimir Putin, el chino, Xi Jinping, o el de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva.

John Podesta, el principal asesor para el clima de la Administración de Biden, aseguró que es “evidente” que Trump intentará “revertir” los avances climáticos, pero mostró confianza en que la transición hacia la energía limpia prevalecerá.

Preguntado sobre cómo “blindar” la política climática del impacto de Trump, Podesta se refirió a las inversiones ligadas a la Ley de Reducción de la Inflación estadounidense y aseguró que su equipo “en Washington está trabajando duro para solidificar” los compromisos financieros.

Para acoger este multitudinario evento, que alojó el estadio olímpico de Bakú, la ciudad amaneció convertida en una fortaleza inexpugnable, con extraordinarias medidas de seguridad que colapsaron el centro de la capital azerí. La cumbre climática también obligó a cerrar las principales calles del centro de Bakú.

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