Se han desplazado a la capital desde puntos remotos del país porque consideran que el hombre que era como ellos, el que les dio voz, está injustamente en prisión, arrestado por la misma élite que tradicionalmente los ha ignorado. Manifestantes venidos de todo Perú acampan en Lima para exigir la liberación de Pedro Castillo y la renuncia de la nueva presidenta, Dina Boluarte.
“Gracias al señor Castillo, que tuvo la valentía de despertarnos a muchos peruanos que solo trabajamos para el día a día ya sea de ambulante, de empresario. Este señor nos dijo que se estaban llevando nuestro oro y plata y empezamos a abrir los ojos, a informarnos y despertamos”, relató a EFE Gladys, que trabaja en Lima desde hace un año como vendedora ambulante, mientras repartía botellas de agua en el campamento.
Conversar con los que pueblan el improvisado campamento limeño de personas que han llegado desde lejos permite entender que estos consideran a Castillo como un presidente campesino que les dio una voz que ahora se les ha arrebatado y que él se encuentra secuestrado.
UN GRUPO HETEROGÉNEO
Los peruanos que llevan protestando desde el 11 de diciembre no forman una masa homogénea de manifestantes. En las marchas se han mezclado pacíficos reclamos con delincuentes que han atacado a policías con explosivos, han invadido aeropuertos y han asaltado medios de comunicación e instituciones.
Detrás de todas esas protestas hay una miríada de demandas; hay miembros convencidos de partidos, de sindicatos y se habla de miembros de organizaciones cercanas a remanentes de Sendero Luminoso. Pero también han salido a las calles ciudadanos hartos.
Hasta la fecha han muerto en los disturbios y protestas 26 personas en localidades de todo el país, pero la mayoría de fallecidos se encuentran en el sur, donde el exmandatario siempre ha tenido más apoyo.
Las protestas comenzaron cuatro días después de que Castillo lanzara el 7 de diciembre un discurso en el que anunció la disolución del Congreso, que iba a conformar un Ejecutivo de emergencia que iba a gobernar por decreto, a reorganizar el sistema de justicia y la convocatoria de una asamblea constituyente. Un autogolpe de Estado que falló.
Poco después, el Congreso lo destituyó y asumió el cargo de jefa de Estado Dina Boluarte, vicepresidenta electa en la misma fórmula que Castillo impulsada por el partido marxista Perú Libre, pero el gran reclamo de estos días ha sido su renuncia.
Los manifestantes llegados a Lima no la ven como una de los suyos, pese a haber nacido en una zona rural, le ven como “traidora” o “usurpadora”, término que el mismo exmandatario usó para definirla desde prisión.
EL CAMPAMENTO DE LA VICTORIA
Unas 40 tiendas de campaña se amontonan en la plaza en el distrito limeño de La Victoria. Se amontonan de forma ordenada botellas de agua, cajas de fruta y bolsas con panes. Carteles con proclamas que aún huelen a nuevo enganchados a arbolitos. Una niña solitaria busca entretenerse con algo porque no ha traído juguetes de su casa a unos 500 kilómetros y reconoce que se aburre.
Son unas 300 personas las que rondan el campamento y afirman que van a venir más. Vienen desde el profundo y remoto Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM); desde Puno, el departamento fronterizo con Chile a 1.300 kilómetros de Lima; de los sureños departamentos de Arequipa, Huancavelica o Ayacucho y también de Cajamarca, región oriunda de Castillo.
Carteles de “No más secuestro, Castillo libertad”, “Castillo, el Perú está contigo”, se mezclan con humildes letreros que anuncian que se reciben donaciones, puesto que hay personas que llevan una semana en el asentamiento y necesitan víveres.
Un señor que acaba de donar cientos de pequeños bollitos explicó que se ha acercado al campamento porque “hermanos han venido del interior del país con enormes sacrificios para hacer la protesta” y él siente la necesidad de “aportar algo”.
Afirmó que el golpe de Estado no fue de Castillo, sino de grupos de la derecha.
“Todos hemos le hemos votado en Puno (a Castillo). Toditos de la región. Pero no dejan trabajar a nuestro presidente que está trabajando bien para los pobres, pero la derecha y los ricos no quieren que dé la plata, nada a los pobres, por eso le han secuestrado”, dijo desde su tienda de campaña una señora con una bandera etnocacerista en la mano.
El etnocacerismo, un movimento basado en el ultranacionalismo étnico, tiene como líder al militar retirado Antauro Humala, recién salido de prisión tras cumplir una condena de 19 años por un fallido golpe de Estado en Andahuaylas, otro de los puntos calientes de las protestas. También es hermano del expresidente Ollanta Humala.
Desde la comunidad Chopcca, en el departamento de Huancavelica llegaron hace dos días pobladores con un mensaje muy claro, marchan para defender sus derechos que eran representados por el exmandatario.
“Le mandaron a la cárcel sin razón. Se ha aprobado por el Congreso que está ahorita conformado por gente grande, pitucos (snob), millonarios. A las gentes pobres no nos representa nada, por eso los campesinos luchamos para hacer valer nuestros derechos”, dijo Jesús Remonto.
Muchos coinciden en lo insultados y discriminados que se sienten por el poder limeño y en lo poco que importa en la capital que haya 26 fallecidos.
“Ahora cuando hacemos una marcha pacífica sabes que a nosotros nos odian, nos dicen que somos terrucos (terroristas) que somos vándalos o que lo estamos haciendo por color político, todos nos dicen acá no hay ningún color, acá está el pueblo luchando”, explica Remonto.
PRINCIPALES PROCLAMAS
Además de la liberación de Castillo, al que todos consideran presidente, exigen el cierre del Congreso y la renuncia de Boluarte, a la que culpan de los muertos.
“Han matado injustamente por el simple hecho de pedir que repongan a nuestro presidente que ha sido arbitrariamente secuestrado y encerrado sin un motivo”, clamó indignada una protestante cajamarquina -la región de Castillo-, al añadir que están “en pie de lucha”, pero pacíficamente.
Sentada en un roído colchón, encima suyo cuelga un enorme cartel que reza “Mártires asesinados por el Kongreso golpista y Dina asesina”, en el que están también escritos los nombres y edades de los fallecidos, la mayoría jóvenes y al menos cuatro menores.
Esa “K” hace referencia a Keiko Fujimori, hija y heredera política del expresidente Alberto Fujimori (1990-2000), una acusación frecuente al Parlamento.
A una manifestante de Arequipa, la segunda ciudad de país, se le llenaron los ojos de lágrimas al decir que en Chala, una pequeña localidad de su región, estaba habiendo muertos “ahora mismito”. Hasta el momento, las autoridades han confirmado que una persona ha fallecido en ese punto, donde más manifestantes se habían congregado de todo el país”.
Además de la renuncia de Bolaurte, otra demanda generalizada es la convocatoria a una asamblea constituyente y una nueva carta magna que piden, entre otros motivos, para conseguir un país más descentralizado y que mire más allá de Lima.
“Hemos despertado y hoy día decimos basta de una Constitución ladrona hecha por un golpe de Estado del fujimorismo”, dijo Gladys mientras instaba a los presentes a salir del campamento para ir un día más a marchar por las calles de la capital. EFE