Sus crímenes conmocionaron al mundo, motivaron a los cineastas, guionistas y empresas fílmicas, y lograron capitalizar hacia los padres el terror que produjeron sus actos criminales durante la década de los 70′.
Dean Corll es lastimosamente llamado “Hombre Dulce” o “Candy Man” debido al cruel ritual de envolver con fundas en forma de dulces los cuerpos de los más de 27 niños que torturó, asesinó y posteriormente enterró en un garaje de Houston, en Estados Unidos.
Él tenía dos secuaces a los cuales les pagaba unos pocos dólares para que les llevaran los niños a su garaje que estaba acondicionado como una verdadera cámara de tortura. Ahí castraba a los infantes, los violaba y finalmente los dejaba desangrar para envolverlos en forma de caramelo, con los dos nudos (uno en los pies y otro en la cabeza), donde finalmente los enterraba.
Como todos los monstruos, Corll era considerado un ciudadano ejemplar que tenía una tienda de dulces y que se dedicaba a ayudar a su comunidad de manera incondicional, sobre todo a los niños a quienes comúnmente les regalaba dulces y golosinas.
De ahí surgiría la famosa advertencia, aquella que los padres dirían de forma constante a los niños, esa de que “no aceptes dulces de extraños”. O sino la célebre película de terror de “Candy Man”, aquel demonio que era invocado al mencionar su nombre en tres ocasiones frente al espejo y que aparecía para desatar la muerte a su alrededor.
Su caída llegó desde sus propias entrañas, cuando Elmer Wayne Henley, uno de sus secuaces, fue con su novia y otro amigo a la casa del asesino. Corll se molestó pero simuló que no pasaba nada y les sirvió tragos a los visitantes, no sin antes echarles medicamentos para dormirlos y asesinarlos.
Henley despertó minutos después amarrado y semidesnudo, y al igual que su novia y su amigo, estaban aturdidos por las drogas que le echó el criminal. Momentos después Corll los amenazó con matarlos y le dijo a Henley que lo soltaría si este asesinaba a su novia y a su amigo.
Este aceptó la propuesta y cuando fue desatado, en vez de cumplir el mandato de Corll procedió a dispararle con su misma pistola.
Henley fue aclamado como héroe en principio al destaparse al mundo los crímenes de “Candy Man”; sin embargo, durante el transcurso de la investigación se demostró que este era uno de los férreos colaboradores de Corll, y por tanto, acabar con la vida del asesino en serie no le garantizaba impunidad.
Henley fue condenado a cadena perpetua por colaborar con uno de los más depravados infanticidas de todos los tiempos.