Los demócratas estadounidenses acarician el control del Senado con la punta de los dedos. Se han apuntado Arizona, con lo que tienen ya 49 senadores, y han dado un importante salto en Nevada con el que Catherine Cortez Masto ha neutralizado de golpe prácticamente toda la ventaja que le llevaba el republicano Adam Laxalt. Si los demócratas consiguen Nevada, ni siquiera tendrán que esperar a la segunda vuelta de Georgia para retener el control de la Cámara alta. Tras la derrota de Arizona, Donald Trump ha pedido que se repitan las elecciones y los republicanos han empezado a esparcir sospechas de irregularidades sin base.
Las buenas noticias para los demócratas no llegan solo en el Senado. Todo apunta a que la Cámara de Representantes, que las encuestas daban por abrumadoramente republicana, se encamina hacia una ligerísima mayoría conservadora. E incluso no es descartable que acabe cayendo del lado del partido de Biden.
Las encuestas ya colocaban como favoritos a los demócratas en la carrera por el Senado en Arizona. Pero el margen estrecho de diferencia y el lento recuento han aumentado el suspense. En el Estado quedan cientos de miles de votos por contar y es posible que el escrutinio se extienda a lo largo de la próxima semana, pero la ventaja del demócrata Mark Kelly ya es insalvable, según Associated Press, que lleva 175 años computando los votos en las elecciones estadounidenses y proclamando de forma infalible y casi oficial a los ganadores.
Kelly tiene un 52% de los votos, una ventaja de unos seis puntos sobre el republicano Blake Masters, otro de los polémicos candidatos aupados por Donald Trump que han decepcionado las expectativas en estas elecciones. Fiel al trumpismo, tras ver que los votos le daban la espalda, Masters se ha dedicado a sembrar dudas sobre la limpieza del proceso sin base alguna en una entrevista en la cadena conservadora Fox. Trump, como siempre, ha sido más contundente: “Funcionarios idiotas, y posiblemente corruptos, han perdido el control de las elecciones contaminadas en Arizona. máquinas rotas en las zonas republicanas. ¡Se debe convocar una nueva elección inmediatamente!”, ha escrito, de nuevo sin base, en su red, Truth Social.
Hasta ahora, los candidatos republicanos habían ido reconociendo sus derrotas, incluidos los negacionistas electorales, pero el retraso en el escrutinio de Arizona les ha servido para agitar fantasmas que recuerdan a la gran mentira de Trump de que le robaron las elecciones presidenciales de 2020.
El Comité Nacional Republicano (RNC) y el Partido Republicano de Arizona han emitido este viernes un comunicado en el que un portavoz, Harmeet Dillon, dice: “Esta elección ha expuesto profundas deficiencias en la administración electoral del condado de Maricopa.
Arizona se merece algo mejor transparencia, certeza, eficiencia y lo más importante, un anuncio preciso y rápido de los resultados de las elecciones que pueda ser aceptado por todos los votantes”. Piden turnos de 24 horas para procesar las papeletas y amenazan con “acciones legales”, pero sin señalar ningún indicio de fraude.
Los pocos medios, el amplio plazo para recibir el voto por correo y comprobar la identidad de los votantes, la complejidad de la elección y lo igualado de la elección explican ese retraso en tener un resultado, esta vez complicado por una avería en algunas máquinas que ha obligado a procesar más papeletas manualmente.
El sistema está mal diseñado para ser rápido, pero no hay ningún indicio de fraude.
Tras ganar Arizona, si los demócratas se apuntan Nevada, llegarán a la cifra mágica de 50 senadores, la mitad de los 100 escaños. Para el partido de Joe Biden eso es suficiente, porque en caso de igualdad, deshace el empate la vicepresidenta, Kamala Harris. Así, la segunda vuelta de Georgia —donde al no haber superado ningún candidato el 50% se va a unas nuevas elecciones— perdería trascendencia. El demócrata Raphael Warnock y el republicano Herschel Walker se enfrentarán de nuevo en las urnas el 6 de diciembre, pero sin el drama que se esperaba. Aun así, ese escaño seguiría siendo importante.
Un senador más de los que tenía hasta ahora no solo pondría a Biden en el reducido grupo de los presidentes que han logrado mejorar su resultado en la Cámara alta en unas elecciones de mitad de mandato, sino que le concedería una mayoría más cómoda en la que podría permitirse prescindir del voto de su senador más díscolo, Joe Manchin, en las votaciones en que quiera desmarcarse del grupo.
Desde el principio, todo apuntaba a que el que lograse la victoria en dos de los tres Estados clave (Pensilvania, Nevada y Georgia) se quedaría con el control del Senado y eso parece confirmarse. Los demócratas de New Hampshire y Arizona solo peligraban en caso de que se hiciera realidad el pronóstico de Trump de una “gigantesca ola roja”, por el color del Partido Republicano, lo que no ha sucedido.
Esperando a Nevada
En cuanto a Nevada, Laxalt llevaba una ventaja de aproximadamente un punto a Cortez Masto con el escrutinio de los votos presenciales, pero han empezado a procesarse los votos por correo y, como se esperaba, han favorecido a la demócrata. Tras los datos publicados este viernes, la igualdad es máxima: de un 48,5% a un 48,4%. El republicano aún se mantiene por delante, con 468.437 votos, pero la demócrata ya tiene 467.575; es decir, una diferencia de apenas 900 votos.
La mayor parte de los votos por correo corresponden al condado de Clark, donde está Las Vegas y donde los demócratas han cimentado sus victorias en el Estado de Nevada, gracias, sobre todo, al voto por correo. Quedan aún unas decenas de miles de papeletas por procesar de ese tipo de sufragio. A la demócrata le bastaría lograr el 51% para proclamarse vencedora. Los expertos ahora mismo lo ven como muy probable, pero hasta que no se cuenten los votos, cualquier conclusión es apresurada.