Manos sudorosas, denuncias anticipadas y extremismos en ciertas declaraciones han imperado durante los últimos días en la política dominicana.
Entre amenazas de renuncias partidarias y acusaciones sobre un posible rompimiento de la alianza, los mecanismos de presión que han utilizado ciertos políticos para que se concrete un acuerdo entre grilletes se han agudizado.
La razón es simple: uno de los actores involucrados en la alianza está desesperado por pactar de manera precipitada porque, quizás, le huye al conteo de votos como el diablo a la cruz. Y es que, incluso, muchos han esparcido una neblina respecto a los plazos de las alianzas al decir que todas las plazas (municipales y legislativas) tienen límite hasta noviembre de este año, cuando la realidad es que eso solo compete a las alianzas municipales, según el Art. 132, Ley 20-23 del Régimen Electoral.
¿Cuál es la prisa de acordar alianzas en el nivel legislativo cuando el límite para el depósito de solicitudes de alianzas, fusiones o coaliciones es de cinco días después de las elecciones municipales?
Lo más saludable para la “Alianza Rescate RD” sería que primero se afiance la alianza en lo municipal, llevando a alcaldes en conjunto para competir de manera aguerrida en las elecciones de febrero, y posteriormente trabajar la alianza con los diputados y senadores.
¿Por qué? La respuesta es fácil; es en ese proceso en el que se pondrán a prueba las capacidades individuales de cada partido y el alcance que estos tienen ante el pueblo dominicano.
Quien saque más votos a nivel nacional en lo municipal, por lógica y justicia debería encabezar la mayor parte de las boletas en lo congresual. Si la “Alianza Rescate RD” no lo hiciera de esa forma, pudiera estar defraudando a los electores que depositarán su confianza en ella en las elecciones municipales de febrero.
Esto no se trata de rayar caras sino partidos, porque si ese fuera el caso, nadie estaría hablando de alianzas.