El Partido de la Liberación Dominicana (PLD), la Fuerza del Pueblo (FP) y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) siempre se han entendido y comprendido, ni más ni menos. Ese mote de “alianza” que se le ha dado al actual acercamiento entre ellos no es más que titulares y temas de controversia para darle de comer a la opinión pública.

Tanto el PLD como la FP han sido caldo de la misma sopa, mientras el PRD de Miguel Vargas ha entendido que siempre será mejor estar arriba con presión que abajo con depresión. Y es que este tripartito tiene en común la vocación de poder y todo parece indicar que en febrero y mayo de 2024 vendrán con todo.

El supuesto “odio” entre Danilo Medina y Leonel Fernández fue el relato esparcido desde el principio por sus adversarios para tratar de frenar lo inevitable: el mutuo entendimiento.

Aquella dosis de intriga que vertían sus contrarios resulta un argumento infantil si se toma en cuenta que entre ambas figuras sumaron un total de 20 años en el ejercicio del mando, por lo que cualquier desavenencia o fricción que ambos hubieran podido tener, obtendría su cura en la triste y depresiva acera de la oposición.

No debe ser fácil para Danilo y Leonel sentirse desplazados del poder, sin cuotas relevantes ni protagonismo en las tomas de decisiones. Por el contrario, debe ser difícil no solo sentirse relegados, sino ser señalados por el oficialismo como los culpables de los actuales problemas que padece el país.

Cuatro años en la oposición son suficientes para aquellos que tienen vocación de poder, y no solo hablo de Danilo ni de Leonel, sino también de sus seguidores.

Las elecciones de 2020 tuvieron una coyuntura especial. Una ola que barrió con casi todo lo que oliera a oficialismo morado. Hoy en día esa marea está aletargada.

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