NUEVA YORK — La niñera de confianza de una familia acomodada de Manhattan planeó y llevó a cabo el crimen menos pensado. De acuerdo con fiscales, la mujer esperó hasta estar sola en el departamento, escogió dos cuchillos de la cocina y luego llevó a dos de los niños al baño y los mató.
Groves narró al jurado cómo ocurrieron los crímenes horrorosos. La madre, Marina Krim, llegó a casa de su clase de natación con otro hijo y encontró a sus otros niños muertos, uno encima del otro en la tina del baño, con los ojos abiertos y las miradas fijas. Ortega vio a Krim y le clavó un puñal en el cuello.
Lucía, a la que le llamaban Lulú, luchó por su vida y fue apuñalada unas 30 veces, pero Leo murió tras cinco puñaladas. Sus gargantas fueron cortadas de manera tan severa que al principio parecían haber sido decapitadas, dijo Groves.
“No había manera de salvarlos”, dijo. “Las heridas que la acusada infligió en sus cuerpos fueron demasiado”.
El misterio central del juicio no es si Ortega mató a los niños sino por qué lo hizo, y si es que ella estaba demasiado enferma mentalmente como para hacerla responsable.
El jueves, durante la presentación de argumentos, Ortega mostró pocas emociones, mirando fijamente al frente.
Groves dijo que es posible que el resentimiento y envidia de Ortega hacia Marina Krim, sumados al hecho que ella no podía mantener a su propio hijo, se convirtieron en una rabia calculada. Pero fiscales aceptan que no hay un móvil claro.
“Quizás crean que no han escuchado una respuesta satisfactoria, porque no hay una respuesta satisfactoria”, dijo Groves. “Pero desconocer por qué la acusada mató a Lucía y Leo Krim no significa que ella no es responsable de esas acciones o de esos asesinatos. Solo significa que no hay una buena respuesta”.